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Símbolos Mágicos



Delia Steinberg Guzmán

Sabéis que vivimos en un momento en que las palabras van perdiendo poco a poco significado, contenido, y a fuerza de repetirlas tantas y tantas veces, nos encontramos ante cáscaras vacías que nos dicen muy poco y que ya casi nada tienen que ver con su contenido original.

Hablamos, por ejemplo, de Símbolos Mágicos... ¿Qué son Símbolos Mágicos? Nos imaginamos cosas extrañas: amuletos, elementos que nos llegan desde la Antigüedad, que pertenecían a hombres sin conocimientos y que se referían a poderes ocultos.

Es decir, que nos encontramos con que para po­der desarrollar un tema como éste, lo primero que tendríamos que hacer es aclarar, muy brevemente, qué son símbo­los y por qué son mágicos.

La palabra símbolo viene del latín y se refiere al hecho de llevar algo, de encerrar algo, de guardar al­go. El símbolo es lo que yo llevo, lo que yo guardo, lo que yo porto.

En todo símbolo hay dos elementos fundamentales: el que está por fuera y contiene, y el más importante, el que está adentro y que es guardado. Así, en todo símbo­lo hay un alma, un contenido, un elemento profundo y también una vestidura exterior que es la que nosotros podemos ver, la que podemos interpretar y con la que generalmente nos manejamos.

Podríamos poner muchos ejemplos de símbolos. Hay cantidad de símbolos, incluso convencionales, que nosotros aceptamos buenamente y que nos sirven para mane­jarnos. Todos los números que utilizamos cuando hacemos nuestras cuentas diarias, cuando calculamos lo que gastamos de más o de menos en el mes, son convenciones que ­hemos aceptado.

Sabemos que hay un signo que designa al uno, otro que vale para el dos, otro que vale para el tres, para el cuatro, para el diez, para el veinte, y como lo aceptamos así, el contenido queda implícitamente acepta­do también.

Hay otros símbolos que no son convencionales, que están en la Naturaleza. Y si quisiéramos hablar del más complejo y del más perfecto de los símbolos y lo to­másemos como ejemplo para este caso, yo mencionaría al hombre. El hombre es un símbolo: tiene un alma, tiene un contenido, tiene un algo que se puede estudiar desde distintos puntos de vista y también tiene una apariencia exterior, una representación.

El psicólogo va a analizar todas las reaccio­nes emotivas, intelectuales, volitivas. El filósofo va a analizar más profundamente aquellos elementos que no son materiales y que son abstractos, pero que también pertenecen al hombre.

En fin, que desde donde lo abarquemos, el hombre tiene una entidad subjetiva, no material y tiene una cáscara, una presentación que es la forma con la que nos encontramos, nos reconocemos, nos saludamos y a través de la cual hablamos.

Así pues, he aquí que estamos muchos símbolos reunidos, mirándonos y tratando incluso de desentrañar a través de esta apariencia externa que es nuestro cuerpo el verdadero contenido de los símbolos.

Los filósofos antiguos nos explicaron que toda la Naturaleza es simbólica, que así como el cuerpo huma­no es la representación o símbolo con que el alma se presenta (su forma de expresarse), la forma de un árbol --por ejemplo-- es precisamente la que conviene como símbolo al alma del árbol, que cuando se expresa, asume la­ forma que nosotros conocemos tan bien, con sus raíces, tronco, ramas, hojas y frutos.

También un animal cuando asume una determinada forma es porque tal forma es símbolo de lo que vive den­tro de ese animal; y cuando una piedra o un metal asu­men una determinada forma es porque son símbolos de algo que dormita también en su interior.

Así, todo lo que sucede, todo lo que nos rodea --aún llegando a limites extensísimos como el caer mismo de una hoja-- es símbolo de algo que transcurre y está más allá de la materia que se nos presenta.

De esta forma podríamos decir que aún las palabras que usamos son símbolos. Nuestras palabras --que tienen un significado---son símbolos de las ideas que están detrás. ¿Por qué nos comprendemos? Nos comprende­mos porque sabemos que los sonidos que emitimos no son fundamentales, que hay una idea detrás de ellos. Porque captamos esa idea, nos quedamos con ella y no con el so­nido.

Y yendo más lejos todavía podríamos decir que aún toda esta charla es un símbolo; un símbolo que nos sirve para comunicarnos y hablar de los "Símbolos Mági­cos".

Y ahora vamos al otro punto que, si bien hemos tocado muchas veces, aclararemos una vez más.

¿Qué es magia? Magia --según nos viene desde la antigüedad el término, es Magna Ciencia-- es la más grande de las ciencias, la más amplia, la más perfecta, la más cabal, aquella que puede abarcar todos los conocimientos, que puede referirse a todo lo que en la Natura­leza sucede, que puede dar la clave de todo lo que el hombre necesita saber y comprender para colocarse como ser humano, dentro del Gran Cosmos.

Magia, entonces, recalcamos, no es un simple manipuleo, ni el poder producir fenómenos. Magia es el Gran Conocimiento, es la Gran Sabiduría; la Gran-Simpa­tía, la Gran Unión que puede existir entre el Hombre y la Naturaleza.

Cuando el Hombre y la Naturaleza se unen simpática o telepáticamente --por emplear un término que ahora está "de moda"-- se produce Magia, porque entonces el Hombre capta la Naturaleza y capta sus fuerzas y sus Leyes.

Esto que nosotros hoy llamamos Fuerzas de la Naturaleza, Leyes de la Naturaleza, era lo que los anti­guos denominaban "Los Dioses". Cuando los antiguos ha­blan de los Dioses, no hacen más que referirse a estas grandes potencias y, así las personifican y aún les dan cuerpo y forma, tratando de referirse a ellas con mayor comodidad para que tales Fuerzas puedan llegar y ser entendidas a todos los niveles.

Nos encontramos, pues, con que los Símbolos Mágicos guardan conceptos referidos al conocimiento más general posible de la Naturaleza.

Todos los símbolos que se refieren al Gran Cosmos, y al Pequeño Cosmos que es el Hombre, que se re­fieren al por qué de los fenómenos que nos rodean, los que abarquen las Grandes Leyes, del Universo y la rever­sión de estas Grandes Leyes en todos los procesos vita­les, todos estos símbolos --según los antiguos filósofos-- son Símbolos Mágicos, hablan de Magia, de la Magna Ciencia, y nos ponen en contacto con una forma espe­cial de saber, una forma especial de comprender.

Ahora bien, estos símbolos mágicos han tenido siempre enorme valor, porque según se entendía, tienen poder son fuertes. No es un símbolo común; no es como el símbolo del número que decíamos antes. Por poner un ejemplo rápido, no es lo mismo trazar un número como este 6,que dibujar un símbolo como una cruz.

Hay un símbolo convencional que es este número y que guarda un poder en cuanto pudiésemos tener al lado 6 pesetas, por ejemplo. Pero hay un símbolo que, por referirse a una serie de procesos de la Naturaleza como es el de la Cruz, guarda fuerza en si.

Lo que los antiguos trataban, de desvelar, de conocer y de manejar era la fuerza y el poder que los sím­bolos mágicos encerraban.

Vamos a explicarlo de otra forma. Una cruz, un triángulo, un cuadrado, una estrella de cinco puntas, de seis, de siete, de ocho, etc, son símbolos mágicos. Lo que trataban de hacer los antiguos era trabajar con estos símbolos como si fuesen máquinas y poder utilizarlos. Claro está que para utilizarlos habla que conocer­los bien.

Hoy si queremos conducir un automóvil sin peligro, es bueno saber qué es un automóvil, para qué sirven los distintos pedales que tiene en el suelo, como se maneja el volante, qué son los distintos botoncitos que podemos encontrar en el tablero y --fundamentalmente-- dónde está el freno. En fin, una serie de elementos que nos permitan conducir el automóvil y no matarnos con él.

Si un niño montase en el automóvil sin saber qué hacer con él, tocase la llave de contacto y --por casualidad-- apretando pedales, da en el acelerador y el coche sale andando, ¿os dáis cuenta que estamos ante un grave peligro? Primero, por el niño que va dentro de la máquina, y luego, por todos los que están alrededor y no pueden detener una máquina incontrolada.

Los antiguos habían llegado a la conclusión de que muchos símbolos eran máquinas como el automóvil del ejemplo. Habla que saber ponerlas en marcha, habla que asumir un compromiso moral y espiritual --que es lo que se suele denominar Iniciación-- para utilizar los símbolos-máquinas tan sólo para el bien, con fines inegoís­tas, después de haber pulido la propia personalidad has­ta eliminar el último rastro de egoísmo que hiciese que el hombre pudiese aprovecharse de estas fuerzas o poten­cias para revertirlas en propio beneficio.

Es más, hay cantidad de enseñanzas, de parábo­las, de dogmas que indican que aquél que conociendo el manejo de los símbolos los emplease tan sólo para si, provocaría --tarde o temprano-- tanto mal sobre si como tanto bien pudo haber revertido hacia afuera si los hu­biese aplicado con desinterés.

¿Cómo se ponían en marcha estos símbolos, má­quinas o elementos mágicos? De diversas maneras.

Los antiguos conocían sistemas referidos a los sonidos, a los perfumes, a los colores, a las horas especiales del día, a las estaciones del año; es decir, conocían exactamente los momentos, los lugares y las circunstancias adecuados para que la máquina entrase en funcionamiento.

Uno de los elementos más conocidos --por ejemplo-- es el de la invocación verbal, el de la utilización de la palabra mágica, del sonido mágico, para atraer a­quello que se está llamando.

Aunque a veces hoy nos resulta curioso hablar de símbolos mágicos, mucho de esto todavía lo usamos no­sotros cuando en estados de desesperación, de dolor, de infelicidad, de incertidumbre, rogamos: "Dios mío --o como fuese-- ayúdame, dame una solución,, sácame de este pozo en el que estoy hundido, muéstrame algo.

Cuando nosotros pedimos así: ?Dios mío, ayúdame?,-no lo pronunciamos de la misma manera que al de­cir ¿ me ayuda usted a cruzar la calle, por favor?". No es lo mismo el "ayúdame a cruzar la. calle" que el "¡Dios mío, ayúdame!".

Hay una fuerza tan enorme en la pronunciación del vocablo que se emite cuando hay una carga emocional, que esa palabra adquiere otra potencia y ahora ya no es simplemente una pronunciación, sino una invocación.

Estoy hablando --tal vez-- del más fácil, del más accesible de los motores mágicos que es el de la palabra. Fácil y desconocido a pesar de todo.

Había Escuelas en la Antigüedad en las que, cuando se estudiaba Historia, jamás se permitía referirse exactamente con las mismas palabras a las catástrofes o hechos terribles acaecidos, por miedo a que repe­tido en la forma exacta, pudiese volver a provocar al­go parecido.

Había situaciones en las que no se permitía ni siquiera dibujar o pronunciar algo que se refiriese exactamente a una catástrofe, a una enfermedad, a un mal, a un dolor, y --para referirse a todas estas cosas- ­se utilizaban símbolos, vestiduras, que si bien habla­ban de aquello, no lo decían directamente. Así, el símbolo cubría, protegía, resguardaba.

Como os hablo de la potencia de la palabra, podríamos hablar de la potencia de los perfumes, pues sabéis perfectamente que si estamos en un ambiente gratamente perfumado, donde se huele a limpio o, -aún más- ­a un perfume de estos tradicionalmente aptos para ayudarnos a concentrar --estilo incienso o sándalo-- todo nos parece más adecuado, más agradable, parece que podemos concentrarnos mejor, que nos sentimos más tranquilos.

Lo mismo con los colores. No sé si lo habéis probado alguna vez, pero no es lo mismo intentar prepa­rar un examen largo y difícil en una habitación pintada de rojo que en una habitación pintada de azul. Hay co­lores como el azul --o como el verde-- que al ser fríos, predisponen a una mayor concentración; y hay colores como el rojo, el naranja o el amarillo fuerte que al ser cálidos, provocan una mayor acción y no permiten tanto el quedarse quieto, el reposar.

Lo mismo sucede con los sonidos. Había toda una magia referida a sonidos que permitiesen lograr si­tuaciones especiales favorables a la mística, favora­bles a la concentración, a la captación de ideas supe­riores y elevadas; y hay también una contramagia del sonido, capaz de dislocar completamente a la persona.

La diferencia --si me permitís-- hablar un poco entre el pasado y el momento actual, que también interesa-- está en que los antiguos hablaban de todos estos temas con enorme seguridad y con enorme conocimiento, aunque existe la tendencia a tomar estas obras de la Antigüedad con un poco de ligereza, como si fuesen producto de niños.

Notamos --sin embargo-- que quienes escriben o quienes se refieren a estos temas lo hacen con to­tal seguridad, mientras que nosotros estamos navegando un poco como buenamente podemos.

Nosotros sabemos que la música puede provocar estados de ánimo; lo que no sabemos es exactamente qué estados de ánimo, ni cómo controlarlos . ¿Nunca os pasó estar escuchando algo y de pronto encontrarse uno totalmente abatido, melancólico, tristísimo y no saber ni como salir de allí,...sencillamente por unos sonidos?
Nunca nos paramos a analizar el porqué de la llamada música "bailable". (¡Oh..., qué dirían los griegos de nosotros!). En la actualidad esos ritmos provocan brincos y saltos desacompasados, y es que el sonido conlleva el movimiento.

De la misma manera que os ponía el ejemplo de la tristeza provocada por una música que tiene su fuer­za, así el color sigue teniendo su fuerza, los perfumes, las piedras preciosas, porque ... aunque uno "no cree", siempre mira en el horóscopo. "Con mi signo, ¿cuál será. la piedra que mejor va?" Y por las dudas, nos ponemos un anillo ... a ver si es cierto esto; porque si no sirve, no pasa nada; y si sirve, hemos hecho un bien.


En fin, tenemos una vaga noción, pero se nos escapa de entre los dedos.

Si quisiéramos ahondar en esta cuestión de los símbolos mágicos tendríamos que barrer una serie de prejuicios bastante fuertes, bastantes enraizados, desgraciadamente. Uno de ellos es creer que como toda la­ Magia nos viene de la Antigüedad y se nos ha conformado en el criterio de que los pueblos de la Antigüedad estaban en un estado primitivo, así la Magia es también primitiva. Y así, la Humanidad fue pasando del estado mágico al estado religioso, de éste pasó al estado filosófico y de éste --por fin-- pasó al científico.

¡A quién se le va a ocurrir ahora hablar de Magia¡ Quedaríamos verdaderamente como locos, y a veces hasta nos lo dicen también.

Entonces, con el criterio de que la ciencia es la culminación de la evolución humana, que un poqui­to por debajo está la Filosofia, un poquito más por de­bajo está la Religión y por debajo de todo está la Ma­gia, está claro que muchos conocimientos se nos escapan nada más que por prejuicios.

Primer prejuicio: pensar que la Magia de los antiguos no tenía mucho de religioso, mucho de filosófico y mucho de científico. Cuando se nos habla­ de los pueblos primitivos que apenas sí sabían moverse, que apenas si entendían lo que es la Vida, de aquellos que se manejaban por Magia y que nada tenían de ciencia, se nos está planteando después de todo una incongruencia. ¿Podéis, concebir un pueblo más mágico que el egipcio? Seria casi imposible. Hay historiadores que hablan de Egipto como de la cuna de la Magia; pero ¿podéis concebir un pueblo con más ciencia que el Egipto Antiguo? Tenían tanta ciencia que todavía nos está desafiando y allá están plantadas las Pirámides, retándonos a que averigüemos --si es posible-- cómo fueron construidas.

Y ¿habéis visto un pueblo más religioso que el egipcio, que jamás tenía miedo a la muerte, ni a nada? Parece ser --pues-- que la Magia no les privaba de otras posibilidades, sino que por el contrario, les abría nuevos horizontes.

Entonces, quitémonos los prejuicios y acep­temos que --tal vez - lo que antes se llamaba Magia era esa Magna ciencia en la cual hoy también estamos tratando de investigar y descubrir las raíces de la Naturaleza.

Así, veremos que se puede aunar perfectamente lo que hoy tenemos y sabemos con lo que nos viene desde la Antigüedad; es más, renunciar a ello seria torpe. La Historia nos pertenece completa e íntegra, con toda su experiencia. Arrancar páginas del Libro de la Historia equivaldría --pienso yo-- a leer una novela y, en ­lugar de doblar las páginas cuidadosamente a medida que las vamos pasando para tener la oportunidad de repasar si nos interesa, empezar a arrancarlas a medida que se van pasando.

Si tuviésemos tanta buena memoria como para hacer eso, nada malo pasaría; pero en cambio, nuestra memoria falla y a veces es bueno conservar la Historia, conservar los conocimientos, traducirlos a nuestro mo­mento actual, aplicarlos, agrandarlos, explotarlos, a fin, de que nos sean útiles, porque son nuestros.

Hay una similitud en toda la Antigüedad en cuanto a símbolos mágicos que nos permite pensar sin grandes problemas, que todos estos pueblos estuviesen donde estuviesen, bebieron --de alguna manera hoy desconocida para nosotros-- en las mismas fuentes.

Si se trata o no de "extra-terrestres? que bajaron, de grandes Maestros que enseñaron, de coincidencias que provienen --a lo mejor-- de seres excepcionales que, puestos en contacto con la Naturaleza, captaron las mis­mas Leyes, no es problema que abordemos ahora.

Lo que si advertimos es que son las mismas fuentes y que el hombre de la Antigüedad conociendo los símbolos, podía entenderse con cualquier hombre de cual­quier rincón del Mundo, aunque no hablase el mismo idioma, aunque no pronunciase las mismas palabras. ..

Hoy nosotros no podríamos hacer eso. Hoy, si nosotros no dominamos dos o tres idiomas cuando viajamos, parecemos francamente retardados, porque tenemos que estar señalando con el dedo a la hora de querer simplemente comer algo.
Mas si manejásemos el idioma de los símbolos y tuviésemos un lenguaje como aquellos que suelen causar gracia, con dibujitos y grafismos simples, nos entenderíamos enseguida, porque un pajarito es pajarito en todas partes, y en cambio al escribir carne en castellano­ o hacerlo en inglés, vemos que no se parecen en nada.

La solución consiste --entonces-- en tratar de retomar un poco este lenguaje universal.

Para daros un poco una idea muy sintética --porque este tema es larguísimo y lo suficientemente profundo como para poder dedicarse mucho a él-- querría hablar tan sólo de las raíces de este lenguaje simbólico, de estas fuerzas simbólicas y mágicas, que parten--­empleando el 1enguaje pitagórico y griego de ideas primordiales, o sea, de ideas primeras, ideas perfectas que vamos a llamar Arquetipos: tipos perfectos, tipos antiguos, no por viejos sino por ser los primeros.

Existen en el Universo una serie de modelos, de arquetipos que se van a traducir en números. No son esos números que usamos corrientemente, sino los primeros números, los diez primeros números. Poco a poco estos se van a plasmar en figuras geométricas planas, que a su vez --poco a poco-- se van a desarrollar en forma de cuerpos geométricos.

Y ahora, cuando ya hablamos de cuerpos, aparecemos los seres con nuestros cuerpos que son geométricos y que combinan líneas y planos. Están los animales, las estrellas, las plantas, los minerales y las piedras con sus distintos cuerpos.

Todos los símbolos -pues-- se podrían resumir en lo que para nosotros son los diez primeros números; es decir, del cero al nueve, teniendo cada número su propio contenido interior.

Para este mundo simbólico, los números de los cuales vamos a hablar -- 0, 1, 2, 3, etc-- no son números sumables como cuando sumamos nuestras cantidades, sino que son números con entidad propia. El 0 es una entidad y el 1 es otra entidad, y el 2 y el 3 son seres que tienen la propiedad de ser diversos, pero que no se suman, son independientes e individuales.

Entonces nos encontramos con la idea del cero, que es la idea del Absoluto, de lo más Perfecto, el Gran Cosmos, el Gran Misterio. ¿Cómo se ha representado este cero? Al no poder abarcar el Universo que no tiene limites y que es infinito, se ha escogido una figura que se aproxima al significado, a la idea de infinito. Pero vamos a ver que la figura restringe la idea.

Se utiliza un círculo con un punto. Este círculo con el punto significa el gran espacio, el Espacio Primordial, y el punto que ponemos en el centro es (porque aunque no lo dibujásemos, nuestra Mente lo pondría igual puesto que no podemos concebir el circulo sin el punto central que le dio origen, precisamente por ser nuestra Mente dual y necesitar origen y fin: el origen está en el punto y ahora el circulo se expande) el cero, el cero que no es ya nada; es Absoluto; es lo contrario de Nada: es Todo.

Cuando se dice que los pueblos de la Antigüedad no manejaban el cero y que su uso se descubrió hace muy poco, nos preguntamos entonces que querían decir los pitagóricos con el cero y con la representación del cero, ya que hablaban de ello habitualmente.

Un símbolo --dentro de los símbolos mágicos-­- que se refiere a este cero es el Sol. Y habéis visto que en muchas representaciones simbólicas alquímicas, el Sol se pone tal cual, así: un circulo, un punto. Este símbolo es el Sol. No es porque el Sol sea el infinito, ni porque sea todo el Cosmos, sino porque para nuestro Sistema, para nuestra forma de Vida, es tal vez uno de los Misterios más grandes que tendríamos que poder llegar a alcanzar.

Pasamos al uno. Dentro de este mismo círculo vamos a suponer que el punto central entra en vibración y empieza a desplazarse, o sea, es el Gran Misterio del Movimiento en el Tiempo y en el Espacio. Cuando este punto comienza a moverse y a vibrar, va a producir primeramente un diámetro en lo vertical; y as! te­nemos el circulo partido por un diámetro vertical que es el Uno.

Símbolos que se refieren al Uno, a lo vertical, son los Dioses de todas las Religiones Antiguas que asumen la fuerza espiritual, que asumen la categoría de Dios Padre, Creador del Universo, pero no del Hombre todavía.

Así tenemos en la India un Brahma; en Egipto un Osiris; en Grecia un Zeus, y entre los romanos un Júpiter. Es el Gran Padre, es el vertical, es el que tiene la Fuerza de Generación en lo espiritual, Aquél que está precisamente de pie o erguido en su trono. Es la fuerza del Uno, la fuerza de lo masculino.

Mas este punto central sigue vibrando y al vibrar en otras direcciones, va a generar ahora un diámetro horizontal. El diámetro horizontal nos muestra ahora el Dos. El Dos --o sea lo horizontal-- se simboliza por todo lo femenino, por todo lo que es pasivo, por todo lo que tiene capacidad de proteger vida, no de gestar vida.

Lo masculino, lo vertical gesta, crea. Lo fe menino, protege, guarda, alimenta, cuida y mantiene hasta que esa vida pueda valerse sola por sí misma.

Son símbolo de lo femenino y lo horizontal todas las Diosas Madres que aparecen en las Religiones. Tomando los ejemplos de Dioses que puse antes, serían la contraparte. 0 sea, de Brahma es Sarasvati, madre benévola y amorosa que está en relación incluso con todo ­lo que es la Sabiduría, la forma de hablar, la forma de expresar, todo lo que son líneas ondulantes, líneas curvas. De Osiris es Isis, lo horizontal, lo femenino, lo maternal. De Zeus, vamos a hablar de Hera. Y si hablamos de Júpiter, tenemos a Juno.

Es decir, que siempre hay un elemento masculino que es el Uno, y un elemento femenino que es el Dos.

Resulta que el 1 y el 2 en cuanto se encuentran, chocan; son dos mundos, son dos fuerzas que se entrecruzan y al entrecruzarse van a producir un nuevo mundo, una nueva posibilidad; abren una tercera dimensión que va a ser el Tres.

No es tan fácil llegar a la dimensión del 3, así como no es fácil gestar una vida humana. Habéis visto que para que un hombre nazca a la Vida necesita de un proceso de impacto, o sea, donde impactan un elemento masculino y un elemento femenino, donde dos células se

encuentran, se conjugan. Pero luego hay un proceso de transformación; hace falta un tiempo, un cuidado, pues una nueva vida va a aparecer.

Con el número 3 pasa otro tanto. El 1 y el 2 se cruzan y forman una Cruz, viejísimo elemento simbólico. Esta Cruz en el símbolo significa Vida, generación. Pero como los diámetros del círculo no están en relación perfecta con la circunferencia --por aquello del número 'Pi', irracional, en que el diámetro cabe 3,1416 ... no logran un estatismo, sino que entran en movimiento y empiezan a girar, a girar vertiginosamente.

Este es el movimiento de Vida y al girar este circulo, se rompe la circunferencia exterior por la fuerza y por la tensión que provoca. Al partirse la circunferencia queda marcado un símbolo muy viejo también, que conocemos con la palabra sánscrita esvástika, que significa precisamente cruz. No es nada más que la Cruz incrustada en la circunferencia, pero que se ha partido al girar.

Os hablo justamente de esté símbolo para que podamos apreciar un poco su antigüedad y su contenido. Es Vida si gira para la derecha, y es muerte si gira para la izquierda.

Cuando en la India, utilizando la palabra sánscrita svástica, hablaban de la Cruz, tenían- la "Vishnú ­Svastika" que es la de Vida, o sea, el Dios Vishnú como el conservador de la Vida. Y tenían la "Shiva Svastika" que es la de Muerte.

Quisiera explicar qué es Vida y Muerte en cuanto a la Cruz. No es estar vivo o estar muerto. Es simplemente conservación o destrucción de formas. Nosotros morimos todos los días un poco; lo que pasa es que no nos damos cuenta; se nos van células tranquilamente; se nos caen cabellos; se nos destruyen y renuevan tejidos; y es que la Shiva Svastika --como nos dirían los-viejos filósofos-- está actuando, pues acabamos de matar una célula o nos hemos lastimado y necesitamos unos días hasta que estas células vuelven a juntarse por virtud de la Vishnú Svastika, la de Vida, y así lo que ha muerto se regenera con otra cosa que está viva.

El movimiento de estas cruces se conjuga perpetuamente; siempre hay algo que nace y siempre hay algo que muere. En este mismo instante en que estamos nosotros hablando, en varios puntos del mundo hay niños que hacen, en varios puntos del mundo hay seres que mueren.

No es culpa nuestra, tampoco podríamos evitarlo, ni podríamos decir que nos gusta o no nos gusta. Es una Ley y esa Ley se cumple inexorable, sigue su proceso.

Ahora vamos a suponer que tenemos la cruz asentada sobre una base, y sus extremos al girar por la fuerza que produce el giro se levantan hacia arriba.
Esto nos va a formar el esqueleto de la pirámide, en donde la cruz quedó como base y va a servir para hacer una forma cuadrangular, y en donde los extremos angulares de la cruz se han unido hacia arriba, dándonos por primera vez dos figuras geométricas. Por primera vez vamos a hablar de dos planos: el triángulo que es la cara de la pirámide y el cuadrado que es su base.

Teniendo figuras cerradas, tenemos un cuerpo sólido. El triángulo es la primera figura que podemos cerrar, porque mientras estamos hablando de cruces no tenemos nada más que líneas. El triángulo es lo primero que se refiere al Ser espiritual ya plasmado en el mundo: un Padre, una Madre, un Hijo..

Ahora hay tres; ahora ha aparecido el fruto del entrecruzamiento de la cruz. El cuadrado o base de la pirámide representa --por oposición al triángulo espiritual y superior-la tierra, el cuerpo, la materia organizada, la base y el apoyo, aquello sobre lo cual podemos sustentarnos sólidamente, que es cuadrado, tiene re­poso, o sea que es una figura que tiende a quedarse quieta, está organizada, tiene peso.

Con el triángulo y el cuadrado, es decir con el espíritu y la materia, gestamos la Pirámide, que para toda la Antigüedad fue el símbolo mágico por excelencia para referirse a la evolución de la tierra y del hombre.

Cuando los egipcios querían sintetizar con un solo símbolo el destino del hombre en la tierra, ese solo símbolo era la Pirámide, y en esta Pirámide todos los Misterios estaban reunidos: el Misterio de la cúspide que es un solo punto que está en el cielo; el Misterio de la base que es cuadrada y que apoya firme y sólidamente sobre la tierra; el Misterio de las caras triangulares que ascienden, pero no ascienden verticalmente imposibilitando el ascenso, sino que lo hacen suavemente en pendiente, invitando a que todo lo que está .en la base se dirija hacia la cúspide, que es el punto final.

La Pirámide --según el concepto egipcio-- no es más que un medio de acceso al Misterio último que es su último punto. Las tradiciones nos hablan de que la última piedra de la Pirámide, la que está en la punta, la más perfecta porque es la única piedra que también tiene forma de pirámide, estaba tallada en esmeralda como el corazón verde de la tierra, con el color de la tierra para significar que la importancia no estaba en el gran monumento: la importancia estaba en descubrir el secreto para llegar a la cúspide del monumento.

Partiendo de esta Pirámide que tenemos aquí dibujada, extendiendo ciertas líneas y observándola desde arriba, es facilísimo llegar al concepto del pentágono, del pentaclo o estrella de cinco puntas, que es símbolo del Hombre en posición de extremidades exten­didas y puesto verticalmente de pie.

Este hombre con el 5 no es un hombre completo aún, no es el hombre arquetípico, el que nosotros concebimos en la tierra, sino que es el modelo abstracto inicial, es el Adán (sí-lo queremos llamar de alguna forma), es el hombre que va a servir para que todos los demás vengan de él.

Del 5 pasamos al 6, mas como ya nos encontramos en el proceso de generación donde las figuras se van acomplejando, encontraremos que la fuerza masculina y la fuer­za femenina con toda la simplicidad de la Cruz --ahora ya en el mundo de la manifestación terrestre-- se transforman en un triángulo espiritual (que equivale a la línea vertical) con el vértice hacia arriba, y un triángulo material que tiene el vértice hacia abajo, que se entrecruzan.

Y de la misma manera que en la Cruz hay una línea horizontal y otra vertical, en este otro símbolo vemos la misma Cruz en triángulos. Y éste es el 6.

De la misma manera que hablábamos de que en el mundo espiritual el Misterio residía en ese punto donde se cruzaban las dos fuerzas y donde se producía vida, así también en el mundo de la materia donde se juntan las dos fuerzas, en el centro de los dos triángulos entrecruzados, también hay un punto, y este símbolo con el punto central representa el 7.

Ahora si es el símbolo del hombre en la tierra, del hombre encarnado tal como le conocemos, con todos sus principios, con sus perfecciones y sus debilidades, pero siempre y cuando aparezca este punto de entrecruzamiento que es el encuentro de su mundo superior y de su mundo inferior. 0 sea, el encuentro del espíritu con la materia.

Sobre el.8 y sobre el 9, los pitagórícos en general muy pocas cosas nos dicen, y nos aclaran que rebasan la comprensión humana porque el hombre --tal como está conformado-- llega hasta el 7 en su constitución.

Sencillamente hay indicaciones de que el 8 se simboliza con dos cuadrados superpuestos en una especie de estrella de 8 puntas, símbolo muy utilizado por los árabes y que lo encontramos con toda profusión en la Alhambra de Granada, por ejemplo.

Y del 9 dicen que se gesta por el entrecruza miento de tres triángulos en una especie de gran estrella de 9 puntas.

El 10 ya no es más que una repetición por suma de cifras; Como el 10 es nada más que Uno más Cero, tiene nuevamente el mismo símbolo del 1. Ahora, de aquí en adelante todos los números van repitiendo sucesivamente el mismo proceso del cual hemos hablado.

Si bien esto es un poco largo y complejo, este recorrido que hemos hecho desde el 0 hasta el 9, con sus figuras geométricas, con las estrellas de puntas, nos permite comprender muchos otros símbolos que todas las Religiones han utilizado, y, aún revertido sobre piedras preciosas, sobre metales, sobre plantas con determinadas propiedades, sobre animales y sobre figuras humanas.

No es que estos antiguos concibiesen que habla un animal sagrado o una planta sagrada, sino que la forma que asumía este o aquel animal, tal o cual planta, las expresiones de Vida, y aún las posibilidades de desarrollo que están en los seres que todavía deben evolucionar mucho, se refieren a ciertas energías y potencias simbólicas que son fáciles de representar-con la figura de una planta, de un animal, de un hombre, de una piedra que habla mucho para el que mucho entiende y no pasan de ser agradables, representativas y no dañinas para el que poco entiende.

El conocimiento de los símbolos está perfectamente graduado para que cada cual en su medida, recoja de ellos lo que buenamente pueda y necesite, aún para que se sienta lo suficientemente intrigado como para buscar siempre un poquito más.

Dentro de todos estos símbolos que hemos visto, sólo he escogido algunos muy breves, pues como comprenderéis, esto es infinito.

Voy a referirme a símbolos concretos de distintas civilizaciones para poder comprobar aquello que decíamos de que en todos los rincones del mundo --de una o de otra forma-todo se revestía de figuras prácticamente idénticas.

Así, en la famosa piedra del Sol llamada Calendario Azteca, el símbolo central es el sol. No va­mos a hacer ahora el análisis del Calendario Azteca ­porque es complejísimo: y efectivamente, tendríamos que hablar de días, de meses, de todas las eras --que aquí ­figuran con los cinco soles que se han ido sucediendo --según los aztecas--.

Lo he puesto para recordar aquello de que el Cosmos --en general el cero, el Sol-- tiene la representación del círculo y el punto central. Todo círculo ­con punto central, tenga la complejidad que tenga, siempre se está refiriendo al Sol y éste es un Calendario­(como decíamos) de los aztecas, que nos habla de las 5 eras que se han ido produciendo en la Humanidad a partir del Sol central que es el que rige todos los movimientos humanos.

El Osiris egipcio que habíamos escogido para representar el número Uno, simboliza aquel diámetro vertical, la fuerza generadora en lo espiritual y en lo Material. Para los egipcios, Osiris era capaz de despertar el Alma del hombre y de hacer germinar la tierra cuando estaba plena de semillas.

Fijaos que aun la representación de Osiris, es de la máxima verticalidad, dado que el egipcio trataba de que todos sus símbolos, reflejasen mágicamente, de la manera más correcta, el contenido perfecto.

La tradición cuenta incluso que Osiris es monópodo, que tiene sólo una pierna, para que sea más vertical y mas fino, más inconsistente en la parte material. Cuenta la tradición que cruzando el rio Nilo ­un cocodrilo le cogió una pierna y que de esta forma su apoyo sobre la tierra es lo más sutil que se puede

pedir: es monópodo.

Otra representación de la fuerza masculina y vertical para la India es el Dios Brahma. Si bien no está de pie como entre los egipcios, la posición que asume el Brahma sentado es la posición de máxima concentración y de mínimo desperdicio de energía.

Los brazos están realizando todos los símbolos mágicos que concentran la energía, de tal forma que no sale nada del cuerpo. Las 4 cabezas de Brahma significan la fuerza, la posibilidad que tiene lo masculino de mirar y regir las cuatro direcciones del espacio, pues no hay rincón en el mundo al cual el espíritu no pueda llegar.

Brahma y sus 4 cabezas abarcan --pues-- los cuatro rincones o esquinas del mundo.

El Zeus de los griegos representado como fuerza masculina y vertical, sentado en el trono a la usanza griega, tiene su cetro de Divinidad y de fuerza, tan vertical, tan erguido, tan en relación con el fuego ascendente, que todo su ser habla precisamente de esa posibilidad de instaurar alma en lo que está vivo y de dar vigor a lo que está en la tierra.

En cuanto a figuras egipcias, el número 3 representa el padre, la madre y el hijo. Tenemos a Isis a la izquierda, Osiris en el centro y el hijo de ambos Horus a la derecha. Isis es el 2, es la Madre, es lo femenino. Tanto lo femenino o Dos, Como el 3 están en adoración al Padre, a lo vertical, a la primera fuerza, a la que está en el centro, a lo Uno, el Espíritu.

Osiris, a veces, como el Brahma de los hindúes, no está de pie, sino en posición de guardar absolutamente toda su energía, reconcentrándola en su cuerpo, que asume prácticamente la forma de un cubo y del cual sobresale como elemento esplendente la cabeza, lo más perfecto, lo más espiritual, lo más noble del cuerpo humano.

Otra simbolización de la Madre Cósmica, del 2, de lo femenino para la India, es la esposa de Brahma: Sarasvati. Se la representa dentro de los cánones de la máxima belleza; sus líneas son sinuosas, nos hablan de dulzura, de acogimiento, de reposo, de tranquilidad; tiene símbolos que se refieren a la música, al conocimiento, a la oración, e incluso es la Diosa del lenguaje, de la palabra santa, de los libros sagrados; es la que da vida y sabiduría con amor y con belleza.

Isis, como la Madre, la dadora de Vida, lo horizontal, aparece a veces en el centro de ciertas figurillas como una liebre. Es Isis Urnefer, con su nombre referente a cuando asume la forma de liebre y --precisamente, como bien sabemos--, la figuración de liebre habla de su gran capacidad de procrear, y de dar Vida infinitamente.


Es la relación con la Luna, incluso porque la liebre y la Luna, el conejo y la Luna, son símbolos que están siempre unidos, y todo lo que sea procrear, gestar, mantener vivo lo que está sobre la Tierra, pertenece a esta Isis que no asume figura humana, sino de animal con el mismo criterio de madre, de vida perfecta.

Para los americanos, en Méjico, para los aztecas que recogen tradiciones antiguas, la Diosa Chalchiuhtlicueh representa también la Madre, lo femenino y horizontal al máximo, dado que es Diosa de las Aguas que corren horizontalmente.

Los aztecas habían diferenciado perfectamente que para las aguas que corren sobre la Tierra, o sea las que son horizontales, la Diosa es la Madre; pero para las aguas de lluvia que caen verticalmente, el Dios es Tlaloc, que es el Padre. No es lo mismo --pues-- que el agua corra o que el agua caiga. Si corre es Madre, si cae es Padre.

Otra representación para los aztecas de la Diosa Madre es Cuatlicueh, completamente rodeada de

serpientes entrelazadas; incluso su cabeza, que pasa desapercibida, son dos cabezas de serpientes que se enfrentan, y todo su cuerpo y su ropaje son entrelazamientos de serpientes.

En este caso, la serpiente como símbolo de la sabiduría, está en relación con el lenguaje, con el conocimiento, con esa capacidad de hablar, de saber, de poder convencer, de poder llamar, que es propio de la Diosa Madre.

.Las figuras de cruces de distinta índole representan el choque, el impacto del l sobre el 2, de lo masculino en lo femenino. Así, tenemos la cruz común que utilizaban muchísimo los egipcios; es decir, el tramo vertical y el tramo horizontal, sin más. 0 lo horizontal sobre lo vertical, sin sobresalir nada, porque decían que éste es el símbolo del Universo en el que el plano horizontal representa el horizonte infinito.

Y otra cruz, el Ank, también utilizada por los ­egipcios, es como la que teníamos antes , la Tau o T ­pero que ahora tiene un lazo que cierra por encima. Son varias las formas de interpretación.

Una posible forma es que sobre el cruce de la fuerza vertical y el horizonte infinito horizontal, el lazo que asoma por encima es el Sol, o sea, el Espíritu­ que surge por el horizonte.

Otra posible forma de interpretación es la comparación de este Ank o Llave de la Vida,-como también se llama- con el hombre: de pie, con sus brazos extendidos que hacen de horizonte y la cabeza que asoma por el horizonte.

Como todos los filósofos opinaban, en la cabeza humana es en donde se ha concentrado la mayor posibilidad de expresión, y ha sido puesta por encima de todo el cuerpo simbólicamente para indicar, aún en la representación, que lo superior está por encima de lo inferior. Los pies apoyan en la tierra, mientras la cabeza está en contacto con el cielo.

Otro símbolo de cruz que aparece bajo la figura de hacha, con un mango vertical y una doble expansión, un doble filo, es también un viejo símbolo. El brazo horizontal que es la Madre, es la materia que se ha expandido para poder actuar en el mundo. El hacha doble es una Cruz de acción, es una Cruz de trabajo, es una Cruz, que sirve para abrirse camino, para tallar, para cortar las sombras interiores, para que la Vida se abra paso.

Cuando hablábamos del 3, del hijo que resulta de la unión del 1 y del 2, del Padre y la Madre, tenemos para el caso de Egipto el Dios Horus.

(Unas veces estos símbolos adoptan figuras humanas y otras adoptan figuras de animales; es decir que lo importante no es la expresión del símbolo, sino lo que está guardado).

Horus tiene en ocasiones forma de halcón como regente, dado que tiene los símbolos del poder del Alto y del bajo Egipto, y está sobre un altar que también contiene símbolos mágicos, erguido como Dios de la Vida y de la Muerte, con las manos en salutación al símbolo que habla de saludar pero --a la vez-- de recibir con las manos.

Otra forma de Horus también como halcón coronado aparece a veces guardando al Faraón, que es el Hombre que cuida a los hombres. Faraón significa "Señor de la Gran Casa?, el Señor del Gran Egipto que cuida de todos los que viven dentro de la Tierra. Entonces, este Hombre que ha nacido para el mundo de los hombres, pide la protección de este Hijo del Gran Cosmos, Horus-Hijo protege al Faraón-Hijo. Los dos tie­nen la misma función: uno en la Tierra, otro en el Cielo.

Otro símbolo egipcio importante es una figura muy curiosa, cuya parte superior es como si fuese una columna; es uno de los símbolos del 4, de lo que es apoyo, de lo que es base, de lo que es cuadrado, de lo que está sólidamente organizado. Esta columna parece un ser humano, pero es una columna. Tiene cuatro soportes, es el cuadrado o --como lo llamaban los egipcios-­- la "Columna de la Estabilidad", símbolo de la organización, de lo que está armonizado, de lo que es adorado porque representa al orden dentro de la tierra.

Y hablando de Pirámides, ponemos esta figura ideal de la Pirámide como símbolo de la verdadera Pirámide que está en el corazón, el corazón que está arriba, el corazón que está en el Cielo. También en las Pirámides se conjugan el 3, el triángulo, o sea las 4 caras, los cuatro caminos espirituales de acceso que en Egipto se referían a la Religión, al Poder, a la Ciencia y al Arte. Y está el cuadrado representado por la base que es el apoyo sólido.

Otra Pirámide es la tan famosa Pirámide Escalonada de Zoser, en Sakkara, donde el concepto de ascenso a través de las caras laterales está más remarcado­ aún. Estos escalones hablan de apoyos paulatinos, apoyos en el Camino, instantes de reposo.

Cuando se habla de evolución humana no se supone un estado inmediato; no es una exaltación que ­hace que el hombre pase de la base del cuadrado a la cúspide de la Pirámide. Es un largo proceso de desarrollo, de esfuerzo, de camino, de trabajo, donde de tanto en tanto el hombre necesita un reposo, un alto en el camino para tomar conciencia de lo que ya ha ascendido y para también tornar conciencia de lo que le resta por ascender.

Aquí la estrella de cinco puntas de la que hablábamos para representar el 5 es la figura humana en medidas perfectas, enclavadas dentro de esta forma e inscrita dentro de una circunferencia.

Este es el hombre perfecto, el hombre ideal, el arquetipo, el Adán, que cuando llega la tierra va a asumir el símbolo de 7: los dos triángulos entrecruzados y el punto central.

Ahora hemos escogido al azar, de distintas civilizaciones, animales simbólicos para representar el hecho de que los antiguos no eran adoradores de los animales por el animal en si, sino que utilizaban estas figuras para que en elementos más conocidos y más accesibles, hablasen de aquel otro Misterio más subjetivo, más difícil de captar, de los cuerpos y las figuras geométricas.

Por ejemplo, en la figura azteca de una serpiente emplumada tendremos el elemento básico de la religión Azteca: el Dios Quetzalcoatl, pájaro-serpiente­ o serpiente emplumada, que esta enroscada sobre sí misma en forma de espiral, de tal manera que cuando la espiral termina lo que queda arriba es la cabeza de la serpiente, la parte superior, el conocimiento.

La serpiente como espiral es un doble símbolo: es el símbolo del conocimiento, donde la serpiente siempre se relaciona con el saber, y es también el símbolo del tiempo que permite saber. El tiempo es la espiral que se va moviendo y que va describiendo círculos evolutivos, pero que cada vez se acercan más a un centro, a un punto, centro y punto que aquí se simboliza en la cabeza de la serpiente, la mejor y más concreta posibilidad de sabiduría.

La serpiente es otro animal simbólico para los egipcios e hindúes. Para los hindúes será la cobra; para los egipcios será el Oreus. Lo importante es que esta cobra, esta serpiente que también se enrosca traza con su cuerpo símbolos que son símiles del tiempo, ciclos ... está con la cabeza levantada.

Este símbolo puede tener varias claves de interpretación. Tal vez la más fácil de comprender para nosotros sea la clave psicológica de la atención, del estar alerta, despierto, el no descansar, la capacidad de tener los ojos abiertos, de ver en la noche, de reaccionar al primer estímulo que toque al alma, a la sabiduría. Es sabiduría, pero sabiduría atenta, sabiduría­ despierta, con capacidad de concentración y de captación de las verdades.

Otro animal simbólico para los egipcios es el carnero. Es un símbolo solar que en nuestro zodiaco está representado por Aries, el topador, el que según ­los egipcios tenía la capacidad de topar las tinieblas arrasarlas, romperlas, deshacerlas.

Esa función es la misma que tiene el Sol cuando amanece. Todo lo que era oscuridad se disipa; este ­carnero Khnum embiste y rompe la ignorancia. Como símbolo solar, notaréis que asume una cantidad de elementos que corresponden incluso a Dioses de categoría muy superior.

A veces lleva las plumas de Amón, las cobras de la atención.

Este Dios carnero para topar y romper, necesita estar atento mientras le protege, otro animal simbólico que con sus alas está haciendo que toda su acción sea benéfica y positiva. La luz debe primar sobre las tinieblas.

Otro animal simbólico- de los egipcios era el, Buey Apis, que estaba íntimamente relacionado al dios Osiris, a lo vertical, al Padre. Lo que sucede es que Osiris es un Dios Celestial, es un Dios de los mundos superiores; pero cuando Osiris se sacrifica y desciende al mundo de los humanos asume la forma del Buey Sagrado.

Tenía que tener una serie de símbolos mágicos, unos lunares especiales, un escarabajo en la lengua: los pelos del rabo dispuestos de determinada manera, en fin toda una cantidad de símbolos que permitiera reconocer al Mágico Buey que era Osiris sacrificado y encerrado en
1a materia.
Este Buey Apis nace de un rayo que impacta el Nilo; es el rayo vertical y espiritual, y el Nilo es
Horizontal y femenino. De las aguas y del fuego surge este elemento de sacrificio que es magia para los hombres.-

Volvemos un poco más a América y nos encontramos con la figura del felino, que se refiere a unos Misterios Mágicos que vamos a tocar muy brevemente, los de la Vida y de la Muerte.

Cuando hablábamos de las dos cruces mencionábamos también el hecho de que en la Vida es decir, en el devenir perpetuo, hay instantes en que las cosas perecen-, hay instantes en que las cosas decrecen.

Para los antiguos la Muerte tenía tanta magia como la Vida. La Muerte no es algo terrible, no es algo doloroso, no es espantosa, no es irremediable. L a Muerte es un estado donde el alma también recoge experiencia, sólo que no está recubierta del cuerpo. Ya no usa el símbolo de presentación exterior; ahora es Alma en su mundo de Alma, sin materia, y sigue viva y se aco­ge a otra forma de evolución, a otra forma de experien­cia.

Estos felinos, estos animales terribles que vamos a ver también en Egipto bajo la forma de Anubis, el perro o chacal, son aquellos que tienen como función acompañar a los muertos, llevarlos a su nuevo destino; no masacrar cuerpos, no comer carroña, no dedicarse a los desperdicios, sino acompañar a los que acaban de dejar su símbolo externo y tienen que penetrar en un nuevo mundo.

¿Por qué son terribles? Precisamente porque espantan de un lado el dolor, porque quitan las sombras y porque tienen que abrir las puertas de un nuevo sitio, de un nuevo momento para otra evolución.

Esto que para nosotros es Vida y Muerte en Filosofia y que se nos aparece como algo bueno y malo, es lo que de otra forma se expresa también en los Misterios Iniciáticos como el Amor y la Guerra. El Amor es la Vida, la Guerra es la Muerte. Y Amor y Guerra son dos funciones que los hombres prácticamente no pueden dejar de realizar.

Entre los egipcios otro animal mágico es Toth, el Dios de la Sabiduría, con figura humana y cabeza de pájaro, de Ibis. Este es el Dios que con gran paciencia se ha encargado de dar todas las artes, todos los conocimientos a los hombres, y con su misma infinita paciencia en sus tablillas, recoge a la manera de escriba todos los actos, todos los elementos, todos los acontecimientos históricos que pueden servir para poder --en el día de mañana-- repasar, reactualizar la experiencia.

Hablábamos hace un instante de la Vida y de la Muerte, del Amor y de la Guerra. Nada mejor para relacionar la Vida,y el Amor que la imagen de Venus --o Afrodita, como la llamaban los griegos-- donde el mármol en manos del artista ha servido para expresar todo lo que nosotros podemos entender como Madre, como Amor, ternura, belleza, como aquello que nos recibe, que nos acoge, que nos hace soñar y que nos permite elevarnos por encima del sentimiento diario y vulgar.

Fijaros que en esta Afrodita, hay seriedad, hay altivez pero, hay ternura; es precisamente todo lo que cabe dentro de la Vida, todo lo que cabe dentro del Amor.

La contraparte del Amor es la Guerra, lo que de la Vida lleva a la Muerte. Se nos muestra esta figura en la Mitología Hindú como Kartikeya. No es el Dios de la Guerra que mata hombres; es el Dios de la Lucha, de la lucha interior, el Dios que son siete en uno. Es decir todos los componentes del hombre, todos los componentes del Universo, aunados en un solo elemento donde todo pugna por ocupar el primer lugar.

De esta gran lucha, de esta gran guerra, de este gran circulo donde todo parece estar en gran tensión, va a surgir la armonía final. La Guerra simbólica no es una entidad de destrucción; la guerra simbólica es una búsqueda de la Armonía.

Para los egipcios, Anubis representa al que acompaña a las almas de los que acaban de dejar el cuerpo, pintado generalmente en colores oscuros, negro o azul celeste muy profundo. Se refiere a aquellos Misterios que esperan a los seres humanos una vez que dejan esta vida sobre la tierra.

La Esfinge -- al decir de los griegos que tanto amaron a los egipcios-es el máximo símbolo, casi una suma de signos tan perfecta que no hay nada que no esté representado en ella.

La Esfinge tiene un cuerpo muy curioso, donde se han juntado varias figuras de animales. El cuerpo es de un animal, las garras de otro, tiene alas...

Cuenta la tradición que era un monstruo terrible que podía andar sobre las aguas, sobre la tierra, que era capaz de matar, de echar fuego por sus fauces. Todo el desorden que proviene de lo animal se había refugiado en la Esfinge, hasta que los Dioses compadecidos de los hombres y de este gran monstruo, calmaron a la Esfinge colocando sobre ella una cabeza humana directora.
En cuanto apareció la cabeza humana, en cuanto apareció la Mente se hizo el orden; la Esfinge se tranquilizó, se echó sobre sus patas mirando hacia el sol, y bañando sus garras en las aguas quedó tranquila por siempre jamás, sirviendo de símbolo para todos los siglos; para que los hombres pudiesen recoger la posibilidad de hacer que su mente rectora y su voluntad dominase por encima de todos los otros elementos animales, por muy desordenados, por muy desorganizados que ellos estuviesen.

Y esta última imagen es la que vamos a usar precisamente para cerrar nuestra charla de hoy. Es para hacernos tan sólo una pregunta, una pregunta de siempre: ¿cuál es nuestro símbolo actual?, ¿cuál es nuestro lenguaje?; ¿cuál es nuestra Magia?

A veces nos sentimos un poco huérfanos y pensamos que ya no hay Magia en nuestro mundo; y si no hay magia es porque estamos perdiéndola, porque nos sentimos solos y porque ese sentirnos solos otras veces no es nada más que una gran vanidad

Estamos solos porque somos diferentes, porque somos especiales dentro del Universo. En el Universo hay estrellas, hay animales, hay plantas, hay piedras, pero también estamos los hombres. Cuando así se plantea, quedamos solos porque somos diferentes.

Si el hombre se sintiera una vez más imbricado dentro del gran orden de la Naturaleza, si sintiera que todas las Leyes que hacen circular con perfección los soles, los universos, que hacen abrirse las hojas al Sol y respirar cuando tienen que respirar, que hacen que la Vida siga siempre el mismo curso y se manifieste bajo las ­mismas Leyes, ya no estaría solo.

El también tendría un Orden, una expresión, como un símbolo que viene de algún sitio y también se dirige hacia algún Destino Final. Tendría un futuro pero también un pasado firme en el cual apoyarse; no estaría colgado en el infinito, en el vacio: no estaría crucificado sino que podría apoyarse sobre la tierra pero también levantaría cabeza hacia el cielo.

Justamente si hacemos hincapié sobre símbolos mágicos, si hacemos hincapié en que el hombre debe saber cada vez más, debe investigar, debe conocer el universo que le rodea, debe manejar las Leyes que le rigen a él y a su mismo Cosmos, no es para satisfacer una vanidad personal, no es para hacerle sentirse ­más grande, sino para hacerle sentirse un hombre mejor, más sabio, un hombre nuevo todos los días, donde mueren sus células --como decíamos-- pero donde nace su Alma cada vez que abre los ojos.

Este es el hombre, mis queridos amigos, este Hombre Nuevo y Mejor del que tantas veces hablamos en nuestras charlas, que no es una utopía porque depende de nosotros, que es un Hombre Nuevo y Mejor al que todo le cabe y en el cual todo puede manifestarse.
Fundamentalmente hoy hemos hablado del Hombre nuevo y mejor que conoce, del Hombre Nuevo y Mejor que sabe, del que no rechaza, del que acoge con todo su corazón el conocimiento que viene desde el fondo de la Historia y lo hace suyo con profundo orgullo, porque sabe que aquello que acaba de tomar no es para si, sino que lo va a lanzar hacia el futuro y va a abrir una vez más las puertas de un idioma universal, de un idioma de símbolos , que nos permitirá no sólo entendernos hoy como hacemos aquí, sino entendernos con todos los hombres que vendrán para mañana, con todos los hombres para los que soñamos precisamente un Mundo Nuevo y Mejor.


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Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga


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