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Schopenhauer y la libertad espiritual


La Filosofía de Arthur Schopenhäuer se convierte en una confluencia y puente entre dos tradiciones. Schopenhäuer es uno de los más influyentes divulgadores de la filosofía oriental en la Europa del siglo XIX. Su atractivo radica en su agilidad de pensamiento, en su temática, estilo y lenguaje, además de su dominio de la cultura greco-latina, que le permitió comparar la tradición occidental con la oriental. Además, es uno de los grandes herederos del espíritu romántico.

Schopenhäuer nació en Danzig, el 22 de febrero del 1788, hijo de banquero y de escritora de novelas. Su infancia y primera juventud las pasó viajando, marchando de Danzig a Hamburgo y recorriendo toda Europa, asentándose en 1803 en Amsterdam. A la muerte por suicidio de su padre comenzó sus estudios en el Gymnasium de Gotha, y frecuentó la Universidad de Gotinga, donde tuvo como maestro escéptico a Schulze. El joven Schopenhäuer no sólo se impregnó de actitudes y sentimientos muy propios de una conciencia romántica, cuyo brote inicial estaba en la lectura de Matthias Claudius y Wilhelm Wackenoder, además del contacto con el indólogo Friedrich Majer, en el salón donde su madre, en Weimar, mantenía reuniones con el círculo de Goethe. De este autor nutrirá Schopenhäuer su entusiasmo por la cultura hindú. Como resultado publicará su famosa obra La cuádruple raíz del principio de razón suficiente.

Schopenhäuer será un agradecido lector de Herder. Compartirá las filosofías de Fichte y Schelling, y algunas ideas de Novalis, Schiller o los hermanos Schlegel. Su pensamiento incursionará asimismo en aspectos del saber de Nietzsche, Wundt y Wagner.

Entre los años 1814 y 1818, vivió en la ciudad de Dresde, donde escribió Sobre la vista y los colores. En 1819 surgirá su excelente obra El mundo como voluntad y representación, donde muestra sus diferencias con Kant, dadas por la propia evolución de su filosofía. Después de su viaje a Roma y Nápoles, tras la epidemia de cólera, ingresará como docente libre en la Universidad de Berlín, donde impartirá cursos hasta 1832, momento en el cual se establecerá en Frankfurt, donde en 1836 publicará La voluntad en la naturaleza, en 1841 Los dos problemas fundamentales de la ética y en 1851 Parerga y Parilpómena, hasta su muerte acaecida el 21 de septiembre de 1860.

Su filosofía cabalgará sobre la conexión de dos columnas vertebrales: una, enraizada en la Grecia antigua, con el primer autor de Occidente, Platón, aunque profundizando igualmente en Parménides y Pitágoras, además de la filosofía de Kant. La otra, deudora de Friedrich Majer, con la que lograra actualizar un espiritualismo que ha bebido en fuentes orientales, y que sugiere una mística cuyas implicaciones éticas se aproximan al Budismo.

Schopenhäuer mostró gran interés en defender la necesidad de la metafísica para el ser humano. Para él, la solución al conflicto humano está en la Religión y en la Filosofía, aunque acabará manteniendo que toda religión es un apego a la infancia que impide el desarrollo racional y la responsabilidad, pues conduce al hombre a calmar sus aspiraciones por no saber pensar por sí mismo, al practicar sólo una creencia basada en dogmas.

Para Schopenhäuer, la Filosofía significa un esfuerzo de reflexión, ilustración y razonamiento. En la Filosofía reside la belleza del saber, esencia misma del conocimiento general.

Su filosofía nos dice que el sufrimiento es la condición normal del individuo. Pero el mensaje no es sólo amargamente descriptivo, pues llega a observar cómo algunas personas, que han alcanzado cierto grado de sabiduría, han dado un paso para salir de la situación de desdicha en la que vivimos. Se abre así una puerta que invita a salir de la condición del dolor. Esta salida pasa por el conocimiento inmediato de la realidad esencial que se oculta tras la multiplicidad de los fenómenos, por el desvelamiento de la equívoca identidad del yo, que aliena en cada individuo su voluntad egoísta y su diferencia con los otros. Tras ese umbral que traspasa el velo de las apariencias, se muestran dos caminos: el Arte y el Ascetismo. El primero sólo alivia temporalmente del dolor de la vida, pero no nos libera. El segundo es el camino que conduce a la liberación, o negación de la Voluntad.

Así nacerá el concepto del Sujeto como lo real, y del Objeto como sus variadas manifestaciones (apariencias), el cual estará condicionado por el espacio y el tiempo. El Mundo es una representación que necesita del objeto y del sujeto, de lo atemporal y de lo temporal, de los Arquetipos y de sus manifestaciones.
Schopenhäuer concebía el Arte como una posibilidad de experimentar la libertad temporalmente. Mantendrá que, de alguna manera, el artista, tras su contemplación, intuición o inspiración, trasciende nuestro plano de conciencia y se eleva a un estado en el que interrumpe su cadena de necesidades, dado que está abierto sólo al conocimiento del Arquetipo que quiere manifestar. Pero efectivamente dicha liberación será impermanente. Para que se produzca la Liberación definitiva se tendrá que vivir la ascesis, a fin de romper con la cadena de la voluntad de vivir, de los deseos, provocando una conversión o ?suicidio metafísico?.

La ascesis, para Schopenhäuer, no significa otra cosa que ser consciente de lo que se es y de lo que no se es. La vida es ficción y nuestra personalidad es el no ser, y no se diferencia demasiado del reino animal.

?Las alegrías más excelsas, variadas y duraderas son las espirituales?.
Schopenhäuer llegará a establecer un nexo entre el niño y el genio, en el sentido de que ambos poseen ingenuidad, sensibilidad, curiosidad y actividad intelectual. El niño está básicamente ?limpio? en su personalidad porque aún no se ha dejado impregnar por el mundo, y el genio, con su lucha, se encuentra con frecuencia al mismo nivel.

Schopenhäuer reconoce la superioridad del asceta ante el filósofo, dado que el discurso racional no puede penetrar el ámbito de la mística, inscrito en la práctica vital del asceta. Así deja abierta una extraordinaria puerta tras de sí.
En su obra Dos problemas fundamentales de la Ética, Schopenhäuer da a conocer tres tipos de caracteres en el hombre que en realidad parecen tres fases de su evolución: el esclavo de la voluntad, el que reconoce la necesidad de la liberación de la voluntad de vivir, y el que gracias a las experiencias adquirida, puede lograr que la voluntad que lo esclaviza tenga conocimiento de sí misma y libremente decida anularse para liberarse. La verdadera Filosofía de la Historia del hombre es el saber que la Historia repite siempre la misma trama bajo diferentes trajes y nombres, y su única utilidad es dar al género humano la conciencia de sí mismo y del Principio de su Destino.

Según Schopenhäuer, la forma de rasgar este ?velo de Maya? es reconocer la unidad fundamental de la voluntad en todos los seres. Esto es posible si a través de nuestro dolor entendemos el dolor de los demás. No es cuestión de luchar contra nosotros ni contra los demás; es cuestión de ver nuestro objeto y nuestro sujeto y dejar que gobierne lo real.

El género humano encarna aquella lucha, aquel autodesdoblamiento de la Voluntad, con la más terrible violencia en que el hombre llega a ser el enemigo del hombre.

Indudablemente Arthur Schopenhäuer demostró ser un libre pensador, un ser humano atento y activo, jamás sujeto a la cárcel de las propias conclusiones.

Bibliografía
Historia de la Estética. R. Bayer. Ed. F.C.E
Schopenhäuer, Nietzsche, Freud. T.Mann. Ed. Bruguera.
Mario Roso de Luna: Estudios y opiniones. E. Cortijo. Ed. Del Instituto Cultural Brocense.
La filosofía alemana de Leibniz a Hegel. Y. Belaval. Ed. Siglo XXI.
Kant. S. Krner. Ed. Alianza Universal.
Historia del pensamiento (IV). La Ilustración. Ed. Sarpe.
Religión y Metafísica de la voluntad. A. Schopenhäuer. Ed. Herder.
Schopenhäuer, a la luz de las filosofías de Oriente. Ed. Cim


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