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¿Qué sabemos del amor?


Delia Steinberg Guzmán

Aparentemente, el Amor es el polo opuesto de la Guerra. Pero también en el Amor se esconde otra dualidad, de la cual resulta un justo término medio. Entre el placer y el dolor, está el Amor. Entre aquello que nos satisface exageradamente, y aquello otro que nos duele profundamente, cabe la serena sencillez del Amor.

Placer y dolor son apenas emociones; son variables, no gozan en absoluto de permanencia. Nada hay más inestable que un placer, que ni siquiera llega a serlo nunca del todo, pues mientras se goza de él, ya se sufre por miedo a perderlo. Por eso, placer y dolor van siempre de la mano.

En medio de la variabilidad de estas dos emociones extremas, encontramos al Amor, como expresión del sentimiento por excelencia.

Amor es hoy la palabra más usada, y el sentimiento menos sentido... Todos hablan del Amor y del gran sentimiento que profesan, y cuanto más hablan, más demuestran la carencia que del Amor tienen, por aquello que todos hablamos de lo que nos hace falta, y no de lo que tenemos...

La dificultad para sentir, verdaderamente sentir Amor, estriba en que para ello nos es indispensable una gran cantidad de armonía; debemos antes haber reconocido en nosotros el perpetuo juego de Maya* que nos lleva de un extremo al otro, de los placeres a los dolores, sin dejarnos aquietar en la estabilidad de la completura del Amor.
En el Amor todo cabe: una dosis de placer que lo hace soñar; una dosis de dolor que lo hace experimentar...

El Amor es una profunda necesidad de unión con aquello que nos hace falta. Aunque sentimiento por excelencia, el Amor es una manifestación de la carencia de los hombres. No se ama lo que se tiene; lo que se tiene está simplemente con o dentro de nosotros, formando parte de uno mismo. Se ama aquello que falta, lo que se necesita, lo que queremos atraer hacia nosotros con los fuertes brazos del deseo.

Se ama lo que nos completa, lo que agrega en nosotros aquello que no tenemos. Por eso el hombre ama a la mujer, y la mujer al hombre. Por eso el ignorante ama la sabiduría y se torna ?filósofo?, y por eso el sabio ama la ingenuidad de la ignorancia. Por eso el padre ama al hijo, y el hijo al padre. Por eso Maya ama a sus hombres, y los hombres aman la ilusión que Maya les produce...

Amor con dolor es la mejor forma de experiencia. Aunque los hombres rechazamos el dolor como algo malo, es cual medicina amarga que, sin embargo, nos proporciona la salud del conocimiento. Si no fuese por el dolor, jamás prestaríamos atención ni a las cosas que nos rodean ni a nosotros mismos.

El Amor tiene algo de dolor. Sufrimos por lo que nos falta; sufrimos cuando tenemos lo que nos faltaba, por si tuviésemos que dejarlo; y sufrimos cuando perdemos lo que teníamos porque ya no lo tenemos... Pero deseando, poseyendo y perdiendo, es como los hombres aprendemos algo del ilusorio juego de Maya y de los extraordinarios juguetes que Ella nos pone en las manos.

Amor con placer es la máscara más maravillosa con que Maya puede presentarse. ¿Quién quiere rechazar el placer? Ésta es la máscara con que la Vida protege la vida, ésta es la fórmula de la procreación.

Sin la máscara del placer, nadie sentiría suficiente Amor por anticipado para traer un nuevo ser al mundo; el placer es el velo que nos induce a la multiplicación.

Luego viene el Amor-protección por los pequeños seres recién nacidos... y ése es otro velo para salvar las jóvenes vidas; es el ?amor de padres? que siempre ven bellos e inteligentes a los pequeños hijos que tienen que criar.

Finalmente, es posible que despierte el verdadero Amor, cuando el padre necesita verse perpetuado en el hijo y ama aquello que lo continúa, y cuando el hijo necesita del apoyo y experiencia del padre y ama aquello que le enseña. Aquí, el velo del placer ya se ha descorrido... sólo queda un sentimiento limpio, humano, natural...

Dijimos que el Amor busca aquello que necesita, lo que le falta para lograr la completura. Por ello, el Amor es una fuerza poderosa que atrae las cosas, que une los opuestos, los conjuga, los funde y complementa de forma que donde había dos objetos, sólo resulta uno. Es como un imán que busca y atrapa su contraparte.

Mirando la vida de Maya, vemos cómo el cuerpo ?ama? la comida que necesita para sobrevivir. Mirando más allá del juego de Maya, vemos cómo el alma ama al Dios que ha perdido en su descenso..

El Amor se expresa de manera total cuando se realiza en acto, cuando pasa del deseo de lo necesario a la fusión de lo necesario dentro de uno mismo. Cada acto de Amor es un acto que nos lleva naturalmente hacia una mayor perfección, hacia un más acabado desarrollo.

Y el Amor se expresa de manera superior cuando pone sus ojos en los Objetos más Altos, cuando aprende a mirar hacia arriba traspasando con aguda visión los velos de Maya, cuando sueña y desea conseguir nobles Ideales.

Entonces entra en acción, vuela en alas de la voluntad, alcanza el Ideal que tanto deseaba, se funde con él, y lo hace alma de su propia alma y carne de su propia carne. Ese hombre conoce el Amor. Ese hombre es un Idealista que no sólo ama, sino que trabaja intensamente por aquello que ama. Como Maya, como la ilusión que tanto adora su mundo y trabaja continuamente tejiendo las sutiles redes de la existencia...


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