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LOS ESENIOS



Ángeles peinado martos

Sabemos por escritores como Plinio el Viejo, Filón y Josefo que los esenios constitu-yeron una secta secreta judía situada históricamente entre los siglos II a.C. y I d.C.

Según Filón de Alejandría y José Flavio, esta secta contaba con más de 4.000 adeptos, entre hombres y mujeres subdivididos en pequeñas colectividades esparcidas por toda Palestina. Preferían los pueblos, en los cuales las costumbres aún eran simples y huían de las ciudades a causa de la corrupción de sus habitantes. A pesar de esto tenían adeptos en varias ciudades, especialmente Jerusalén.

Además de los datos que encontramos en los mencionados historiadores, en los últimos tiempos un hallazgo importante ha venido a ratificar la importancia de los esenios. Se trata del descubrimiento de unos manuscritos que aportan nuevos datos que narramos a continuación.

En el año 1947, en la costa oriental del Mar Muerto, un muchacho beduino que cuidaba unas cabras reparó en una cueva que hasta entonces no había visto. Por simple diversión arrojó una piedra dentro de ella y oyó el ruido de algo que se rompía. Entró con un compañero a explorar y encontraron grandes vasijas de barro, así como fragmentos de otras ya destruidas. Al destaparlas salió un olor nauseabundo proveniente de unos bultos contenidos en ellas. Una vez fuera de la cueva, vieron que estos bultos contenían unos rollos; estaban envueltos en tiras de lino y los cubría una negra capa de algo semejante a alquitrán o cera. Al despojarlos de las envolturas hallaron largos manuscritos trazados en columnas paralelas sobre finas láminas unidas por costuras.
Aunque estaban en parte descoloridos y destruidos, resultaron en general notablemente claros.

Los muchachos comprobaron que los caracteres no eran árabes. Se maravillaron hasta tal punto que los conservaron, y cada vez que se trasladaban, los llevaban consigo.

Más tarde los pusieron en venta y los compró un mercader sirio, que pensó que estarían escritos en siríaco antiguo y se los mostró al metropolitano de la Iglesia Siria, que se encontraba en el monasterio de San Marcos, situado en el Jerusalén Viejo. El metropolitano se mostró muy interesado; sabía que nadie había vivido en las cercanías de Ainfeshkha desde las primeras centurias cristianas. Además, le habían impresionado las afirmaciones de los visitantes, quienes decían que los rollos estaban ?envueltos como momias?. Cuando trajeron uno al monasterio, separó un fragmento, lo quemó y pudo comprobar que el material era pergamino o cuero. Reconoció que el texto estaba en hebreo; sin embargo, no siendo docto en tal lengua, le fue imposible descubrir el sentido del manuscrito.

Para conocer el contenido de los rollos y su antigüedad, el metropolitano Samuel consultó con un sirio, al que había conocido en el Departamento Palestinense de Antigüedades, y con un sacerdote francés de la Escuela Bíblica Dominica, centro de investigaciones arqueológicas situado en el Viejo Jerusalén.
Los primeros expertos consultados por el metropolitano no le dieron ninguna esperanza de que los rollos tuvieran valor alguno, pudiendo comprobar entonces los escrúpulos de los eruditos para aceptar los descubrimientos importantes.

No hicieron esfuerzo alguno por leerlos en otras instituciones importantes de la época donde fueron llevados, hasta que el metropolitano los presentó al padre Van de Ploeg, erudito holandés visitante de la Escuela Bíblica, quien identificó en uno de los rollos el texto de Isaías; pero sus compañeros en la institución le desanimaron y no continuó la tarea.

Más tarde se descubrieron otros rollos. Los compró el arqueólogo Sukenik, que al saber del descubrimiento se interesó por el tema y comentó: ?es uno de los más grandes hallazgos que se hayan hecho nunca en Palestina; un hallazgo que jamás se esperó?.

Uno de los principales arqueólogos en asuntos bíblicos y una autoridad en lo referente al papiro de Nash, el Dr. Trever, también lo destacó como el descubrimiento más importante de los tiempos modernos, y señaló que el hallazgo era auténtico, de una fecha aproximada al año 100 a.C.

El papiro de Nash se encuentra en la Universidad de Cambrigde y contiene el Shema y los Diez Mandamientos; está en caracteres arcaicos y se le había considerado como el manuscrito hebreo más antiguo existente. Algunas autoridades los sitúan en los comienzos del siglo II a.C. y fines del I d.C. El Dr. Trever pudo comprobar la similitud entre el manuscrito del Papiro y el de los rollos; el que contiene el texto de Isaías era tan antiguo o más que el Papiro de Nash.

En 1949, el padre Roland de Vaux, de la Escuela Bíblica, y G. Harding, del Departamento de Antigüedades, visitan la cueva donde los rollos habían sido encontrados. Trabajan allí cerca de un mes reuniendo pequeños fragmentos y gran cantidad de cerámica rota.

Se encontraron otras cuevas. Había cuatro muy grandes que medían unos 45 m. de largo por 4,5 m. de alto y de ancho, que parecían haber servido de habitación en diferentes períodos. Las primeras huellas de ocupación humana se remontaban al 4.000 a.C. Aparecieron objetos de la Edad de Bronce y de la Edad de Hierro, así como de la época romana. El valle de Qumrâm, como llaman los árabes a la hondonada en cuyas cercanías se encontraron los primeros rollos, tenía abundantes cuevas, pudiendo penetrar los investigadores en 277, y en 37 de ellas encontraron cerámica y restos de ocupación humana; algunas contenían rollos que, sin la protección de las vasijas, estaban en proceso de desintegración.

A medida que se avanzaba crecía la evidencia de que allí se había ocultado una biblioteca, la cual parecía haber contenido casi todos los libros de la Biblia, un libro que trata de ?La Guerra entre los Hijos de la Luz y los Hijos de las Tinieblas?, un texto que es casi exacto, palabra por palabra, al Evangelio de San Juan, y la literatura de una primitiva secta religiosa que contenía un Manual de Disciplina.

En 1951 empiezan las excavaciones y se descubre un edificio de piedra muy antiguo formado por unas 20 o 30 habitaciones, con 13 cisternas para transportar agua, una torre de dos pisos usada posiblemente para defensa y cuya parte inferior era un almacén. También se encontró lo que pudo ser el refectorio de las comidas sagradas, cerca del cual se encontraron apilados con esmero unos 1.000 cántaros y escudillas. Otra cámara de 21 m. de largo tiene la apariencia de una sala de reuniones, en uno de cuyos extremos hay una plataforma de piedra que pudo servir como púlpito desde el cual se leían los libros sagrados. Un salón con mesas y bancos hechos de ladrillo y mezcla, era evidentemente el scriptorium donde se copiaron los manuscritos. En el mismo salón se encontraron tinteros, algunos con restos de tinta seca. Había además un taller de cerámica y un molino para triturar grano.

Apareció también entre las ruinas un cántaro exactamente igual a aquellos en que se encontraron los primeros rollos. Tanto en el monasterio como en las cuevas se encontraron lámparas muy semejantes.

A un costado del edificio que da al mar hay un cementerio con más de 1000 tumbas. Los esqueletos yacen sobre la espalda con la cabeza dirigida hacia la salida del Sol. No se han encontrado objetos funerarios en ninguna de las tumbas abiertas.

Las pruebas coincidentes parecen no sólo sugerir, sino establecer, sin mayores dudas, que nos encontramos frente a una de las residencias de los esenios.
Acerca de dicha fraternidad, la descripción de Plinio es breve, pero muy importante, pues localiza la comunidad esenia exactamente en el lugar donde se encontraron el edificio y la biblioteca.

?Los esenios habitan en la costa occidental del Mar Muerto, pero lo suficientemente apartados de él como para evitar sus efectos nocivos. Son gente solitaria y muy superior al resto de la Humanidad. Viven sin mujeres y han renunciado al comercio con Venus. Carecen de dinero y las palmeras son su única compañía. Se renuevan de continuo merced a la incesante corriente de refugiados que acuden a ellos en gran número, hombres hastiados de la existencia a quienes las vicisitudes de la fortuna impulsaron a adoptar tal género de vida.

Así, a través de siglos, por increíble que parezca, un pueblo se ha perpetuado en un lugar donde nadie ha nacido. Más abajo del sitio en que se encuentra, se levantó una vez la ciudad de Engadda, la cual, por sus bosques de palmeras y su fertilidad general, fue la segunda después de Jerusalén. Ahora sin embargo, parece un montón de cenizas. Más allá está Masadá, una fortaleza en la roca que tampoco dista mucho del Mar Muerto. Hasta este punto se extiende Judea.?
El pasaje parece identificar definitivamente al monasterio esenio.

Filón y Josefo, ambos judíos, se interesan también por la fraternidad. Josefo, hombre de mundo e historiador, retrata a los esenios con más realismo que Filón. Además, habiendo sido un tiempo miembro de la fraternidad, su referencia tiene más valor. Nos dice que, durante su vida, las tres principales sectas eran los fariseos, los saduceos y los esenios. Según nos cuenta, hacia los 18 años había pertenecido ya a las tres y había pasado también tres años en el desierto mortificando su carne en compañía de un ermitaño. Aún así, dedica a los esenios más escritos que a las oras dos sectas. Nos refiere que los miembros de este grupo estaban más estrechamente entre sí que los de las restantes. Constituían una hermandad que tenía algunos puntos en común con los pitagóricos, y que identificaban el placer con el vicio, renunciando a él. Se ejercitaban el la temperancia y la autodisciplina:

?Desdeñan el matrimonio, pero adoptan los hijos de otros hombres mientras son maleables y dóciles. Los acepan como propios y los moldean de acuerdo con sus principios...?

Filón difiere de esto, pues describe que entre ellos no había ni niños ni adolescentes; sólo admitían hombres maduros.

Al parecer, alguna rama de estos podían estar casados, ya que se encontraron restos femeninos en el cementerio del monasterio.

?Renuncian también a las riquezas. Comen sólo los alimentos más simples.
Usan las ropas y el calzado hasta destrozarlos antes de adquirir otros nuevos. Tienen como norma la limpieza.?

Filón y Josefo afirman que había alrededor de 4.000 esenios, porcentaje muy alto para la Palestina de entonces. Tenían bienes comunales que administraba un superintendente. Cuando viajaban, sólo llevaban con ellos las armas para defenderse de los bandidos, porque un es4enio debía ser cordialmente recibido por todas las comunidades de la fraternidad. En las poblaciones donde había comunidades establecidas, uno de sus miembros estaba encargado de dar la bienvenida a los que llegaban y vigilar su atención. Se sostenía a los enfermos que no podían trabajar y a los viajeros. Según se dice, la mayor parte de ellos vivían más de 100 años.

Cultivaban la tierra y se dedicaban a oficios pacíficos. No debían fabricar instrumentos de guerra ni ocuparse del comercio. No había entre ellos ni esclavos no señores, convencidos de que la fraternidad humana es la relación natural de los hombres y únicamente ha sido destruida en la sociedad por la competencia de los ambiciosos. Por ello mantenían una igualdad fraternal.
Según Josefo, leían con frecuencia los escritos de los antiguos (de ahí, sin duda, la gran cantidades de textos encontrados en las cuevas de Qumrâm), ocupándose más bien del aspecto moral.

Parece que los textos que más comentaban eran del profeta Isaías, que hace referencia al Mesías que había de venir , y otro texto apócrifo, que es llamado el ?Evangelio de los Doce Patriarcas?, al parecer documento clave de su propia organiza-ción.

Estudiaron las raíces medicinales y las propiedades de la piedras, utilizándolas para curar. Algunos entre ellos practicaban la predicción del futuro.
Era costumbre no hablar antes de la salida del Sol, y se limitaban a recitar plegarias tradicionales en las que suplicaban al Astro que se mostrara. Esta era su oración:

Te doy gracias Señor,
porque todo lo inundas con Tu luz,
porque vences a las tinieblas,
porque iluminas mi cara,
y porque estás preparando
la Semilla Eterna.
Después iban al trabajo, que se prolongaba hasta las once, en que volvían gozosos de sus tareas y se lavaban con agua fría. Vestían sus ropas de lino y se dirigían al refectorio. Se sentaban en silencio y les servían un plato de comida. Tras quitarse sus ropas de lino, que consideraban sagradas, volvían al trabajo.
Por la noche, al reunirse de nuevo, hablaban por turno, sin charla ni alboroto; el silencio tenía suma importancia para los esenios. Cuando diez de ellos se sentaban juntos y uno deseaba hablar, debía contenerse si los nueve deseaban permanecer callados. El silencio no era considerado como ausencia de palabra, sino el momento en que se recibía instrucción acerca de la Palabra Divina. En ausencia de ésta, el silencio era también sagrado.
La importancia del silencio nos recuerda también a los pitagóricos, que prescribían para sus discípulos cinco años de silencio, en los cuales sólo recibían enseñanza. También en el budismo se nos dice que hay que hablar de aquellas palabras que deben ser dichas, y no utilizar palabras ociosas.
No hacían sacrificios animales y estaban excluidos del Templo de Jerusalén, aunque nunca se acercaban a este centro de culto judío.
Sostenían que el Alma era imperecedera. El Espíritu manaba del más puro éter, y un Hechizo natural lo arrastraba hacia abajo quedando atrapado en la prisión del cuerpo. Pero una vez puesto en libertad por la muerte, se alegraba y era llevado a lo alto. Los esenios creían, como los griegos, que las almas colmadas de virtudes tenían reservado un lugar de reposo definitivo más allá del mar, lugar refrescado por una brisa suave, donde no había nieve, ni lluvia, ni calor.
El rito del bautismo y la práctica de adoración del Sol al amanecer son rasgos que hacen pensar en una cierta relación con Persia y Babilonia.

Los escritos de Josefo acerca de la conducta de los esenios concuerdan casi exactamente con el Manual de Disciplina encontrado en la cueva cercana al monasterio. Por ambos documentos se sabe que el candidato a entrar en la fraternidad era puesta a prueba durante 3 años; si al final de ese periodo resultaba apto, se le permitía participar pero debía pronunciar serios juramentos: practicaría la piedad hacia la Deidad y observaría la justicia respecto a los hombres, no causaría daño a nadie ni por propia determinación ni bajo ordenes ajenas ; mantendría constantemente la fe con los hombres y en especial con los poderes existentes, puesto que ningún gobernante logra su cargo si no es ?por la Voluntad de Dios?; odiaría para siempre lo injusto y lucharía por lo justo; en el caso de obtener autoridad, no abusaría jamás de ella; sería eternamente un amante de la Verdad y pondría en evidencia a los mentirosos; mantendría sus manos alejadas del robo y su alma pura de toda ganancia pecaminosa; no ocultaría nada a los miembros de la fraternidad y tampoco descubriría ninguno de sus secretos a los extraños, aún cuando fuese torturado hasta la muerte. Jura transmitir las reglas tal y como las recibió y preservar con cuidado los libros de la fraternidad y los nombres de los Ángeles.
El compromiso de no abusar de la autoridad o no mostrar signos externos de superioridad, pueden recordarnos: ?No seáis llamados maestros, porque uno solo es vuestro Maestro: El Cristo? (San Mateo, 23, 10). Sin embargo los esenios mantenían estrictamente el grado de antigüedad para cualquier ritual.
En cuanto a mantener la fe en los poderes constituidos, nos recuerda: ?Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios? (San Mateo, 22, 21).
La comparación del Manual de Disciplina con las descripciones de los esenios hecha por los historiadores ha dejado pocas dudas acerca de la orden a la que se refiere. Si el pasaje de Plinio identifica el monasterio, el detallado relato de Josefo identifica el citado Manual encontrado. Josefo debió estudiar este Manual o alguno semejante, pues su resumen concuerda casi exactamente.

Entre ellos no se llamaban esenios. Todas las referencias encontradas en los textos se refieren a ellos como ?los nuevos?, ?los muchos?, ?el resto?, etc. El nombre de esenios se los daba la gente, y significa santos, ?aquellos que pueden curar?.

Una rama de esta comunidad, desarrollada en Egipto, formó el núcleo de los terapeutas. Eran iniciados de un grado superior que se dedicaban fundamentalmente a curar. ?Curar y servir? era su lema?; profesaban una medicina diferente de la oficial, que curaba, además de las enfermedades del cuerpo, las de la mente y las del alma. Tenían una disciplina mucho más rígida.
El esenismo ha pasado a la historia como un movimiento neo-pitagórico y precristiano, conservando todo su misterio. Los terapeutas han sido definidos como monjes cristianos, judíos y heréticos; luego pitagóricos, hebreo-platónicos, sacerdotes egipcios, iniciados caldeos, magos persas y sacerdotes budistas. En realidad fueron todo eso.

Su doctrina, secreta y protegida por solemnes juramentos, fue la que poco después constituyó el fermento oculto del Evangelio de la Buena Nueva.
La comunidad monástica fundada por los terapeutas en las orillas del lago Mariático, en las bocas del Nilo, desapareció en el curso del 11º siglo de la era cristiana1.

Hay autores, como Shure, que nos hablan de la pertenencia de Jesús a la fraternidad esenia. Los textos encontrados en Qumrâm no hacen referencia a Jesús, dado que la antigüedad de los rollos encontrados es del año 100 a.C. El autor2 nos dice que la pertenencia de Jesús a esta comunidad explica porqué nunca habla de los esenios, ni tampoco sus apóstoles. Según Shure, parece evidente que los consideraban de los suyos, y después se fundieron con los cristianos. Siguiendo a Shure, la aparición de Jesús en Galilea con una doctrina determinada, con la seguridad de un profeta y la conciencia de ser el Mesías, tuvo que ser precedida de un largo desarrollo y una verdadera Iniciación. Explica cómo esta Iniciación debió verificarse en la única asociación que conservaba entonces, en Israel, las verdaderas tradiciones, con el género de vida de los profetas.

Shure nos cuenta, en una especie de hermoso mito, cómo Jesús fue iniciado en una gruta por sacerdotes esenios, y que a partir de entonces tuvo clara su misión profética. Después se retiró al desierto recogiéndose en lo más profundo de su ser, coincidiendo con el ayuno de 40 días que Mateo resume bajo la forma de una leyenda simbólica: ?La tentación la gran crisis , esa visión soberana de la Verdad, por la cual deben pasar infaliblemente todos los profetas, todos los iniciadores religiosos, antes de comenzar su obra?.

?Sobre Engaddi, donde los esenios cultivaban el sésamo y la viña, un sendero escarpado conducía a una gruta que se abría en el muro de la montaña. Se entraba en ella en medio de dos columnas dóricas talladas en la roca bruta. Allí quedaba uno sobre el abismo a pico, como un nido de águila. En el fondo de una cañada se veían viñedos, habitaciones humanas y más lejos el Mar Muerto inmóvil y gris y las montañas desoladas del Moab. Los esenios habían construido ese lugar de retiro para aquellos de los suyos que querían someterse a la prueba de la soledad. Se encontraban allí varios papiros de los profetas, aromas fortificantes, higos secos y un caño de agua, único alimento del asceta en meditación.?

Para la teología cristiana, hay una serie de datos concretos y claros, pero el esquema histórico a veces se trata de acomodar a esos datos, si bien no siempre coinciden. El hallazgo de Qumrâm podría cubrir una importante laguna; por ejemplo, los famosos 30 años de vida oculta de Jesús, incluso también el enigma de la misión de la misión de Juan el Bautista, que tenía claramente costumbres esenias.

Tanto en el Evangelio como en los escritos de Josefo, Juan el Bautista aparece como un asceta solitario. ¿Qué relación hubo entre los esenios y Juan? El doctor Brownlee sugiere que puede haber sido uno de aquellos hijos de otros hombres? que según Josefo, los esenios adoptaban y moldeaban de acuerdo a sus propios principios. Dice San Lucas (1,80) ?Y el niño crecía, y se fortalecía de espíritu, y estuvo en el desierto hasta el día en que se mostró a Israel?.

Al parecer la práctica del bautismo no se conocía entre los judíos, los únicos que los practicaban públicamente eran los esenios y Juan. No tenemos referencias de que Juan el Bautista no se llevara bien con los esenios; sólo su dieta de langostas y miel silvestre recuerda a los esenios expulsados, que vivían de hierbas porque habían jurado no comer alimento alguno que no estuviera preparado por la comunidad.

Sabemos que el bautismo de Jesús tiene lugar cerca del desierto de Judá, a unos 3 kms. De donde estaban las ruinas de Qumrâm, cerca del monte donde se dice que Jesús tuvo las tentaciones después de los 40 días de ayuno.
Encontramos varios puntos en común entre los esenios y el cristianismo, entre ellos, la denominación de sus elegidos, pues utilizan la palabra hebrea ?mesías? que equivale a ?el ungido?, el ?Cristo?, para los griegos. Ellos hablan del ungido que ha de venir , referencia que también hace el Cristianismo cuando habla de la segunda venida de Jesucristo,. También nos vamos a encontrar que 100 años antes de Cristo se practica toda una serie de ceremonias propias de los cristianos; por ejemplo, el Manual de Disciplina nos habla de los ágapes, la comida fraternal donde el Maestro de Justicia o el sacerdote correspondiente va a bendecir el pan y el vino, y lo va a distribuir entre todos . este punto de la comida era sagrado, y en esa ceremonia se hablaba de que todos debían participar en la sangre de la Nueva Alianza. Un término profundamente imbricado en la teología cristiana.

En su jerarquía, había un grupo especial que se decían ?los pocos?, en número de doce, y de éstos, había tres que eran más especiales, los sacerdotes, los que oficiaban y asistían al Maestro de Justicia y dirigían el trabajo de estudio de aquellos doce. Entre los que seguían a Jesús, estaban los doce apóstoles, y de entre éstos había tres que tenían un rango especial, dado que cuando ocurría algo singular Jesús los llevaba con él (pedro, Santiago y Juan). En la transfiguración y en momentos importantes eran los más cercanos3.
Otro punto en común con el cristianismo lo vemos en la advertencia que podía hacer uno a otro cuando éste erraba. Según el Manual de Disciplina: ?Un hombre no acusará a un compañero en presencia de los muchos si no ha sido previamente reprobado en solitario, y después ante testigos (superiores); si no hace caso, habría una suerte de tribunal?.

Josefo comenta el dato de que este tribunal estaba formado por más de 100 miembros. San Mateo (18,15,17) nos interpreta este pasaje: ?Jesús especifica tres pasos para tratar con el hermano equivocado: primero reprobación personal, segundo reprobación ante testigos y tercero reprobación ante la Iglesia?.

Viajar sin equipaje era otra de las recomendaciones que Jesucristo hacía a sus discípulos cuando los enviaba a predicar, y también: ?Cuando llegues a una casa, di ante todo, paz a esta casa,? también costumbre esenia.

Tuvieron los esenios un gran prestigio en su tiempo, por su pureza de costumbres y aislamiento del mundo. Una de las bases de ese prestigio estaba en su capacidad de responder a la palabra empeñada. Tenían un gran respeto por los juramentos que prestaban al entrar en la orden, la palabra de un esenio tenía fuerza de juramento. Aquí vemos un parecido con los pitagóricos, de los que decía que bastaba la palabra de un pitagórico para que aquello tuviera fuerza de juramento, e incluso, ante un litigio, se acudía al testimonio de un pitagórico para que aquello tuviera fuerza de juramento, e, incluso, ante un litigio, se acudía al testimonio de un pitagórico para resolver los choques entre ciudadanos.

Encontramos de forma reiterada en todos los textos una figura tremendamente enigmática. Se trata del Maestro de Justicia. Este era la autoridad suprema del monasterio de Qumrâm, y nunca aparece de manera concreta, no afirma nada ni habla en primera persona, siempre se hace una referencia a ese Maestro de Justicia, es el que preside las actividades, el que da las enseñanzas, e incluso se habla de él como una figura mítica que padeció persecución, suplicios, o fue muerto. En otros casos se habla de él como el que va a venir, el Mesías.

En su esquema filosófico hay un rasgo que podemos relacionar con la doctrina de Zoroastro, y es el principio del bien y del mal, esa dualidad entre la luz y las tinieblas; no como algo externo sino considerada una dualidad interna en el hombre. Ellos tenían una absoluta confianza en que iban a vencer en la guerra entre la luz y las tinieblas, a nivel individual y a nivel colectivo. Hacia ese nivel colectivo aparece el concepto de los elegidos, concepto que estaba presente en toda la religión judaica; ellos lo extraen y lo proyectan hacia la misión que deben desempeñar en todo momento. Parece haber una intencionalidad consciente por parte de esta fraternidad hacia el Cristianismo, el futuro orden que iba a imperar en el mundo. Incluso algunos de sus textos hacen referencia a que todo iba a cambiar, que a través de ese pacto que Dios había hecho con la Humanidad (con ellos concretamente), iba a venir el Tiempo Nuevo, el Elegido, el cual tenía una extraña relación con el Maestro de Justicia. Quizás viendo un poco los elementos de implicación de este personaje, podemos pensar en una fraternidad consciente de una misión que no tiene por qué explicar, ya que otro de sus puntos fundamentales es el silencio sobre las enseñanzas recibidas.

A medida que uno penetra en su esquema vital, descubre que los esenios no fueron una extraña secta que se aislaron en un monasterio pensando en cosas extrañas, sino que su esquema se repite curiosamente en la historia de la Filosofía moral y la Filosofía de los hombres, en aquellas iniciativas de movimientos espirituales que quieren ofrecer al hombre una alternativa o que incluso quieren preparar un nuevo tiempo, elección que entraña una profunda entrega y dedicación. No es de extrañar, si bien no hay pruebas concluyentes sobre el tema, que exista efectivamente alguna relación directa entre la secta de Qumrâm y la aparición del Cristianismo, dato que a veces nos ha inquietado un poco, e incluso cuando aparecieron los rollos del Mar Muerto, casi se dejó el tema en la oscuridad, y de hecho así sigue.

Según los estudiosos, parece que la invasión romana acabó con ellos, murieron o emigraron, y su monasterio sufrió un incendio en la primera revuelta judía (67-68 d.C.).

Sin embargo, se puede seguir una cierta evolución histórica de su movimiento. Los esenios hablan de un cambio rotundo que va a ocurrir en el mundo y lo hacen cuando Roma está en su esplendor. Hablan de un vergel que va a fecundarse, cuando aparentemente no hay nada más que un desierto, y, efectivamente, con el correr del tiempo, esa visión de proyecto tuvo lugar. Tanto es así que con la aparición del Cristianismo la Historia gira por completo, y ya no se puede hablar de la Historia de la Humanidad sin hacer referencia cristiana en toda la era.

Cuando se han producido cambios en la Historia, avances, no han sido producto de la casualidad o de una fuerza ciega que los desencadena, sino que han sido perfectamente trazados por grupos selectos.

Son elementos muchos de ellos minoritarios, pero con férreos esquemas, con
clarísimas ideas, con tremenda conciencia de su responsabilidad histórica.
Para construir un Mundo Nuevo y Mejor hoy el hombre necesita encontrar propuestas alternativas que le satisfagan personalmente y que pueda considerar buenas para el resto de los hombres. El hombre de nuestro tiempo necesita una Nueva Alianza.


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