El Alquimista - Revista Digital
Enlaces ordenados por categorias
Sala de Exposiciones
Decora tu PC con nuestros fondos de escritorio
Campañas Sociales
Teatro de las Ideas
Un recorrido por los rincones magicos de Málaga
Enlaces Recomendados: Blog de Filosofía
Buscar
Mandanos un correo Enviale la pagina a un amigo
Indice

LAS MOTIVACIONES HUMANAS


Desde que Aristóteles afirmara que Dios es un motor inmóvil las cosas no parecen haber cambiado mucho, aunque se intenten arropar y disimular entre esquemas prefabricados y decorados variopintos para desviar la atención en múltiples direcciones.

Si Dios es un motor inmóvil significa que ?más allá de la validez intelectual o espiritual que le concedamos al concepto de Dios- todos los demás estamos en movimiento y necesitamos un motor para movernos.
Estar en movimiento puede interpretarse de formas muy diferentes que van desde la aceptación simplista del movimiento como libertad y creatividad, hasta la consideración del movimiento como una falta y la búsqueda del equilibrio. En este último caso, en la medida en que como humanos somos conscientes de la falta de equilibrio y nos esforzamos por conseguirlo, el movimiento bien puede ser una vía de evolución.
Movimiento. Evolución.

Y además el motor, pues nos hace falta aquello capaz de movernos, y, sobre todo, movernos adecuadamente, en la dirección acertada.
A ese motor o esos motores que actúan sobre el hombre se les llama motivaciones: motivos suficientemente fuertes como para provocar reacciones.


EL COMPLEJO MOTIVACIONAL

El ser humano constituye un mecanismo compuesto y complejo que no puede definirse ni abarcarse de manera unitaria. El mayor logro al que podemos aspirar por ahora es el de unificar todos los elementos que lo integran.
En honor a esa complejidad vamos a establecer varios tipos de motivaciones: las físicas, psicológicas, mentales, morales, espirituales y todas ellas, a su vez, respondiendo a estímulos internos o externos.

Si el hombre actuara por efecto de sus estímulos internos, es decir, si sus motores funcionaran desde adentro hacia fuera, se acercaría al principio aristotélico: casi un dios capaz de encontrar en sí mismo el móvil de su existencia. Pero la realidad es otra y los que predominan son los estímulos externos, los que llegan desde afuera hacia adentro, convirtiéndonos en un espejo que refleja unas u otras sociedades con unos u otros intereses y modas consecuentes.

Es evidente que el hombre es un ser social y que siempre ha buscado la compañía de sus iguales, aunque no sea más que para detestarlos después. La Historia está repleta de luchas por constituir sociedades o grupos y disolverlos luego; en cada crisis, en cada periodo de inestabilidad, sobrevienen rupturas y desencuentros que al cabo del tiempo se resuelven en nuevos acercamientos.

Pero las sociedades no son modelos arquetípicos e inocentes donde todo se reduce a convivir llevándose mejor o peor, a compartir siendo más o menos generoso. No. Las sociedades se vuelven máquinas complejas que requieren orden y concierto, un motor que las gobierne. Y según sea ese motor, así serán las motivaciones externas que dirijan la vida de la mayoría de los componentes de ese grupo humano.

En la medida en que los hombres individualmente considerados no son perfectos, las sociedades tampoco lo son. No suelen dar lugar a hombres justos y sabios sino, en todo caso, astutos y aprovechados. Los más astutos y aprovechados manejan con cierta habilidad las sociedades, aprenden a conocer las motivaciones humanas y las controlan mediante sistemas que condicionan las respuestas y las conductas,
Los motores sociales externos establecen unas modas y fabrican unos estímulos de los que resulta muy difícil escapar.


LAS MOTIVACIONES DE MODA
Cada tiempo ha tenido las suyas y sería interesante analizar las nuestras sin llevarnos a engaño ni tampoco caer en el desánimo.
¿Qué es lo que hoy nos mueve, nos incita , nos reanima, nos estimula? Todo está condicionado a lo que ?se lleva?.

Imagen física.- Si nos referimos a nuestros cuerpos, al margen de los motores reales del organismo que lo mantienen vivo, los estímulos no van dirigidos a la salud sino a la estética, con el pretexto de que la estética contribuye a la salud física y mental. De acuerdo: nada más equilibrador que la belleza y la armonía. ¿Pero qué estética es la hoy nos gobierna?

Cuerpos delgados, por contrapartida de todos aquellos que se mueren realmente de hambre y que a fuerza de delgados terminan deformándose. Lo que nos maravilla son los esfuerzos tan grandes que se ponen en marcha para lograr una figura de medidas aceptables. La vida sedentaria y las comodidades conquistadas a muy alto precio, obligan por otra parte a practicar gimnasia o ejercicios físicos para que el cuerpo no se convierta en una masa inútil de músculos en desuso.

Otro gran estímulo es parecer joven a toda edad, y recalcamos el ?parecer?, pues ?ser? joven es cosa bien diferente. No se busca un espíritu activo, capaz de enfrentar constantemente nuevos retos y aventuras con energía interior y entusiasmo; lo que preocupa es no mostrar arrugas, canas ni flaccideces. Hay que vencer al tiempo para seguir gozando de una juventud que, por otra parte, no sabe cómo gozar ni cómo ocupar sus horas.

Imagen social.- Cada día se agregan palabras de uno u otro idioma para reflejar esas necesidades artificiales que se han convertido en los últimos estímulos valorables. Hoy se oye hablar mucho de ?status?, la posición que ocupamos en la sociedad, la imagen que ofrecemos a los demás. El ?status? incluye, entre otras cosas y con ligeras variantes, un barniz de cultura como para poder hablar durante unos minutos de cualquier cuestión sin tener que saber gran cosa de nada en particular. Además, requiere una vivienda digna, es decir, con los últimos adelantos técnicos en electrodomésticos y aparatos audiovisuales y telefónicos, muebles de estilo, etc.; y si puede tener otra casa sólo para el verano, mejor. El trabajo no ha de ser un trabajo cualquiera sino un puesto de prestigio, aunque no sirva para nada. Los estudios se hacen porque la Universidad otorga un ?lustre? del que no se puede prescindir, independientemente de las vocaciones y de las posibilidades prácticas de rendimiento. Y hace falta dinero, mucho dinero...hay que acumular riquezas aunque no se aprovechen porque hoy por hoy la riqueza es sinónimo de poder.

Por el ?status? en sus diversos aspectos la gente se mueve, pelea, llora, sufre, se desangra y extrae energías de donde no las tiene. Es, pues, un motor muy fuerte, pero ¿para qué? Esos valores inestables caen con la misma rapidez de una ráfaga de viento y las motivaciones iniciales se quedan en un vacío desaliento.

Motivaciones psicológicas.- Casi todas lo son, aún las que se expresan a través del cuerpo, del status social, de la moral vigente o de las ideas en auge. La motivación psicológica fundamental es la de ser aceptado por los demás , poder integrarse ya no en la sociedad, sino en esa ?magia? nuevos ritos, fórmulas y exigencias.

No contar con el beneplácito exterior es formar parte de los ?marginados?, que los hay muchos más de los que aparecen en los medios de comunicación por problemas de drogas, delitos o diferencias raciales. Basta con no acogerse a las reglas del juego de moda o no llegar a su altura, para ser un marginado, un hombre de a pie...

Los motivos profundos de la psiquis quedan distorsionados por esta manipulación generalizada de nuestro ?mundo civilizado?. El amor, la amistad, la sinceridad, el honor, la autoestima y otros tantos sentimientos que hacen a la naturaleza humana se ahogan, se disfrazan, se opacan o se mueren antes de haber nacido.

Queda como artículo principal de consumo el sexo que, agotado en sus estímulos naturales, necesita de apoyos publicitarios cada vez más repugnantes y de una prolífica red telefónica y de anuncios para llenar la ?soledad? con fantasías absurdas, las únicas que por lo visto devuelven la calidad sexual a hombres y mujeres extenuados psíquicamente.

Queda el ser, como se pueda, el más grande y el mejor, no por un sano espíritu de superación, sino por seguir las pautas de una loca competencia de valores invertidos.

La moral y el espíritu.- Como en los ejemplos anteriores, estos aspectos de la vida no responden a motivaciones interiores, meditadas, profundas. El móvil que rige en este campo, como en todos los demás, es cumplir con las apariencias y las modas.

La moral se atiene a usos y costumbres de las épocas, épocas que son cada vez más inestables en sus propuestas. Lo que hoy es bueno puede ser malo mañana o esta tarde, o viceversa. Expertos eruditos discuten a diario sobre lo que está o no está bien, pero el evidente desacuerdo entre los eruditos, y el más evidente desacuerdo entre las iglesias constituidas y las sociedades formales, sumen a los hombres en una perpetua perplejidad. ¿Qué hacer para aparentar lo que debo aparentar?

El espíritu es un reducto peligroso: se puede aceptarlo o negarlo con igual fuerza; se puede argumentar a favor o en contra de su existencia. Lo que no queda es tiempo ni ocasión de experimentarlo y de vivirlo. De ahí los que lo niegan, o los que lo relegan para dedicarle atención en un mañana que nunca llega.

¿La religión? Una obligación social o un pretexto para el fanatismo desatado, salvo las honrosas excepciones de los que no participan del juego de las conveniencias. Es que la mayoría de las iglesias no se dedican a alimentar el alma de sus fieles, sino a plegarse a los lineamientos sociales y políticos de turno. ¡Cómo para que luego no surjan sectas religiosas...! Alguien tiene que recordar lo que otros olvidan...

Las ideas.- Ante todo, pensar no está de moda. Lo que cunde es creer que se piensa y dejarse arrastrar por un océano infinito de ideas preconcebidas y astutamente presentadas con visos de autenticidad. Si lo que me dan es auténtico, ¿a qué perder tiempo en pensar cuando lo tengo todo resuelto?

En realidad no existen ideas motivacionales sino palabras que se vacían y se llenan de contenidos según los diferentes momentos y los diferentes intereses. Esas palabras son los estímulos: aprueban o rechazan, crean satisfacción y temor, las hay aceptadas y las hay prohibidas. Pero son palabras, no ideas, palabras que precisamente embotan las ideas y la facultad de pensar.
¡Alabemos las palabras de moda! ¡Anatematicemos las que han sido inculpadas!

Formemos un léxico especial hasta llegar a aburrirnos de sonidos vacíos de sentido y nos encontremos desesperados sin saber quiénes somos, qué queremos ni cómo vamos a conseguirlo.
Así surge la apatía como reacción generalizada ante un conjunto exagerado de estímulos que han agotado las posibilidades normales de respuesta.

Hasta los niños se vuelven apáticos y sólo se satisfacen en la fantasía violenta de la televisión; no se preparan para la convivencia sino a duras penas para la supervivencia. Los jóvenes suelen malgastar los mejores años de sus vidas embotándose con alcohol y drogas para llenar las horas vacías que no saben cómo emplear y los sueños muertos que no saben cómo reemplazar. Los adultos creen en muy pocas cosas siempre están a la defensiva de trampas, mentiras y engaños que presienten instintivamente; ya no les motivan ni el montaje político ni las elecciones, ni los prometidos aumentos de sueldos ni los impuestos, ni las huelgas ni las manifestaciones, ni las guerras ni los clamores de paz. En todo caso, empiezan a soñar con vivir en paz como buenamente puedan.

La publicidad ?que no la propaganda- ha colmado con triquiñuelas, repeticiones
y engaños más o menos solapados la capacidad de reacción de la gente. Se publicitan las cosas más inverosímiles y se propagan chismes e historias truculentas para enardecer el morbo sensacionalista. Hay miedo, tanto como hay miedo a las ideas y a las ideologías. Es preferible plantear la muerte de la Historia, lo que es decir la muerte de las ideologías, antes que permitir que vuelva a nacer algo nuevo y auténticamente válido.

OTRAS MOTIVACIONES

Así las cosas, el verdadero motor del hombre está inmóvil y no porque se haya convertido en un dios. La Humanidad se mueve desde afuera y si le llegaran a fallar esos estímulos exteriores (cosa que ya empieza a suceder) se quedaría estática y desorientada.

Pero aún eso sería preferible al actual estado de cosas. Puede ser que ese estatismo le permitiese un respiro para reconocer los móviles internos que todos tenemos a disposición; puede que la desorientación nos obligue a aguzar los ojos del alma en busca de una salida para este laberinto. No es tan difícil como lo pintan; en todo caso es largo y laborioso, pero al mismo tiempo maravilloso y edificante. Necesita de una educación adecuada, de unos principios y unos fines claros para regir la vida y de una auténtica libertad sin miedo para expresar la naturaleza más noble del ser humano: su condición inteligente que lo hace capaz de elegir, de determinarse, de aceptar éxitos y fracasos y de aspirar a una meta de superación que le devuelva la dimensión espiritual hoy ahogada en la tormenta.

Los viejos filósofos ?y algunos no tan viejos- que hoy no están de moda, los que supieron buscar la armonía entre las leyes universales y las terrestres, señalaron caminos interesantes para los hombres de todos los tiempos. Por eso no están de moda: porque ellos enseñaron a moverse desde adentro y a vivir eternamente con ese motor que es similar al que hace girar las estrellas y los mundos.

Todos es cuestión de reencontrar nuestras verdaderas motivaciones: buscarnos a nosotros mismos encontrar a los que nos dijeron cómo encontrarnos, motivos en busca del equilibrio y equilibrarnos porque ansiamos evolucionar. Es cuestión de ser hombre. Hay suficientes motivaciones como para llenar una y varias tras las huellas de la perfección.


Delia Steinberg Guzmán


Imprimir

Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga


Nueva Acrópolis Málaga 2024