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La Madurez


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El verano nos trae la imagen siempre viva de la madurez. Otra vez aparece ante los ojos de nuestra fantasía aquella diosa virgen cargada de frutos, la Demeter de los griegos, la Ceres entre los romanos? la que ha perdido nombre entre nosotros, y la que sin embargo conserva un halo de cálidos tonos representativos de su mensaje.

Hoy es difícil hablar de deidades, de cualidades y virtudes, de símbolos imbricados en la naturaleza. Hoy todo es prosaico y pretendidamente práctico; no se pierde el tiempo en rodeos poéticos, pero tampoco se gana el tiempo mejorando?

Sin embargo, hoy como ayer, la madurez es un concepto pleno de encanto, del que se puede huir si se quieren evadir responsabilidades, pero el que cada cual añora a su manera.

¿Qué es esa madurez?

No la podemos definir únicamente como acumulación de años. Si bien los antiguos chinos veneraban a los ancianos como poseedores de una sabiduría obtenida a través del tiempo, me temo que esos "ancianos" no eran ni más ni menos que los sabios e iniciados de todas las épocas, los "viejos" por evolución y no sólo de edad. En la época clásica, Platón nos recordaba que la vejez es señal segura de canas, pero no siempre de sabiduría? Así, entendemos que la madurez tiene algo que ver con el tiempo, pero va más allá de su simple transcurso.

Tampoco podemos definir la experiencia como acumulación de experiencias. En todo caso, estas palabras nos despiertan el recuerdo de un armario atiborrado de trastos, sin sentido ni utilidad alguna. Es probable que la madurez esté en estrecha relación con la experiencia, pero no una experiencia acumulada sin más.

¿Intentamos acaso explicar la madurez como desgaste, como vida que, pasada su plenitud, comienza su decadencia? ¿Es la madurez apenas el fruto del desencanto cotidiano, de los sueños perdidos?

No, no nos satisfacemos con ninguna de esas expresiones, por lo menos tal y cual como se plantean.

Vemos en la madurez la maravilla del Tiempo que deja regalos inapreciables a su paso; no sólo nos desgasta sino que, al contrario, en la medida que transcurre, nos indica nuevos caminos y nuevas potencialidades a desarrollar. Vemos en la madurez el reflejo positivo y sereno de la experiencia, no acumulada sino aprovechada. Lejos de "dejarse vivir", se trata de vivir concientemente cada uno de los minutos -regalos del Tiempo- para extraer de ellos la enseñanza escondida. Vemos en la madurez la sabiduría de una vida realizada, que ya no tropieza en las falsas ilusiones, pero que vibra intensamente con la sagrada ilusión de un crecimiento progresivo. Vemos, en fin, el verano, los frutos, la serenidad de la plenitud, la conciencia, la puerta invitadora para el filósofo que, incansable como las estaciones, busca el misterio de la Vida. Vemos hecha realidad, aquella frase que los antiguos pensadores habían elaborado como síntesis, como madurez: "Saber es poder".

Delia Steinberg Guzman


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