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Filosofía para vivir


Delia Steinberg Guzmán

Hoy hablar de vida, de vivir, de Filosofía para vivir tal vez tiene un significado más profundo, porque en estos últimos meses, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado a que todos los días nos lleguen noticias de destrucción, de muertes, de sufrimiento, y ante esta avalancha que nos cae se nos hace necesario plantearnos una vez más la importancia de la vida.

De esto quiero hablar, no de muerte, sino de vida; aportando además una fórmula para la vida, muy vieja, que se ha utilizado durante siglos y siglos y que es la Filosofía: la Filosofía para la vida, la Filosofía para vivir.

¿Qué es filosofía?

No voy a aburrir con las mil y una definiciones que se podrían dar sobre Filosofía, definiciones que dependen de la época, de cada filósofo, de cada pensador; es muy difícil encontrar una definición que nos satisfaga. Yéndonos más de 2.500 años hacia atrás, encontramos la vieja explicación que se atribuye a Pitágoras, y que es tan simple que todos la podemos tener en cuenta, porque Pitágoras no pretendía definir la Filosofía, sino contestar una sencilla pregunta que alguna vez le hicieron sus discípulos.

Se cuenta que quienes rodeaban a Pitágoras estaban tan admirados de su profundidad, de su manera de enfrentar la vida y sus misterios, que llevados por esta admiración le dijeron: ?Maestro, tú eres realmente un sabio?. Y él respondió: ?No, yo no soy un sabio, yo no soy sophos, yo soy solamente un filo sophos, yo soy un amante de la Sabiduría, yo soy un buscador de la Sabiduría?. Así es como, según la tradición, se acuñó la palabra Filosofía, término que significa amar el conocimiento, buscar el conocimiento, no sentirse poseedor de ello, sino ir detrás de algo que sabemos que existe, pero que veremos dónde se encuentra y cómo lo podemos encontrar.

Este concepto de amor a la Sabiduría, es el que ha servido de fundamento a lo que nosotros llamamos hoy Filosofía a la manera clásica y no simplemente Filosofía clásica. Si habláramos de Filosofía clásica nos podríamos remitir al clasicismo de muchas culturas, porque cada civilización ha tenido su período clásico, su periodo de oro. Para nosotros, en Occidente, es muy fácil hablar de Filosofía clásica y remitirnos inmediatamente a la Grecia clásica, la de los grandes filósofos, de un Sócrates, de un Platón, de un Aristóteles.

Pero nosotros la planteamos a la manera clásica. ¿Qué significa a la manera clásica? Significa la manera que ha llevado a todos los pueblos a un periodo clásico, a un periodo de oro, que ha permitido a todas las civilizaciones encontrar un punto culminante. Se trata de buscar el denominador común que ha hecho que todas las civilizaciones lleguen a ese momento tan especial. ¿Cómo lo han hecho? Buscando la Sabiduría. Pero buscando la Sabiduría de una manera amplia, general, haciendo de la Filosofía algo que se pueda aplicar a todos los campos de la vida y no solamente a un núcleo específico de definiciones o a un ámbito concreto del pensamiento.

Todos los pueblos que han llegado a una Edad de Oro lo han hecho porque emplearon su Filosofía como un abanico inmenso que se despliega y lo abarca todo y que puede encontrar soluciones, respuestas, vías de acción para cualquier actividad humana. Por eso estamos hablando de una Filosofía para vivir, a la manera clásica, una Filosofía que también haga despertar en nosotros una cumbre, un espíritu clásico, un momento superior, una chispa de oro.

Esta Filosofía a la manera clásica es la Filosofía de las grandes preguntas y de las necesarias respuestas, porque todos nos hacemos preguntas, pero no podemos vivir de preguntas. Vivir de preguntas es como acercarse a una mesa bien servida, repleta de manjares, pero no poder comer ninguno. Todos nos hacemos preguntas, pero lo que realmente nos alimenta son las respuestas.

Claro que estas respuestas que buscamos no nos van a llevar a una verdad absoluta. No vamos a ser tan ingenuos como para pensar una cosa así. Un verdadero filósofo no se plantea de entrada llegar a la verdad absoluta, es una pretensión demasiado grande. A lo que vamos a llegar es a pequeñas verdades. Es como si la vida fuera una escalera y nos propusiéramos ascender tranquilamente, serenamente, escalón por escalón. Cuando logramos afirmarnos en el primer peldaño, es muy fácil seguir con el segundo. Y cuando estamos en el segundo, podemos seguir un poco más arriba. Así, alguna vez - que no será mañana - podremos percibir la Verdad, pero por ahora nos importan las verdades que van satisfaciendo poco a poco nuestras preguntas. Después de todo, el problema de la Verdad, de la gran Verdad no es si existe, o no existe; el problema es si la comprendemos o no.

Cuando hablo de una escalera de peldaños, y de subir serenamente uno por uno, no se cuestiona el llegar o no llegar a la verdad, sino el despertar en nosotros mismos capacidades suficientes como para entender aquello que nos explican. Para nosotros existe este camino natural: preguntas y respuestas donde cada pregunta obtiene una respuesta, y donde cada respuesta nos permite obtener algo con lo que seguir avanzando.

Esta naturaleza inquieta del hombre que le lleva a hacerse preguntas constantemente, es algo ancestral, pues desde que el hombre es hombre se hace preguntas. Y si hoy nos parece que ha dejado de hacérselas, no nos engañemos: sigue teniendo las mismas inquietudes. Lo que sucede es que algunos están muy cansados de no encontrar respuestas, y ante ese cansancio, optan por no hacerse más preguntas.

Otros están muy cansados de encontrar tantas respuestas que no saben qué hacer con ellas, pues muchas resultan contradictorias y entonces, si uno no sabe qué elegir, ni cuál de estas respuestas es la que vale, las deja todas de lado.

Otros están cansados de que nadie les muestre un camino práctico y simple para encontrar las respuestas, porque también hay que aprender a encontrarlas. Si, como en todas las cosas de la vida, no tenemos alguien que nos indique por dónde ir, o cuáles son las respuestas, cómo encontrarlas y qué hacer con ellas, pasamos a su lado sin darnos cuenta de que las tenemos.
Por eso, no pensemos que hoy hay gente que ha perdido el interés o que la gente carece de inquietudes. No. Es gente que se ha cansado, a la que hay que devolverle una esperanza, a través de una Filosofía que sea tan atemporal como esas mismas preguntas, humanas, de siempre, atemporales. Para responder a esas preguntas profundas, íntimas, no podemos recurrir a una Filosofía de moda, sino a una Filosofía de siempre. Una Filosofía atemporal no puede estar de moda y no puede pertenecer a nadie; una Filosofía atemporal que responda verdaderamente a nuestras inquietudes, además de no estar sujeta a la moda, tiene que ser práctica.

Cuando digo que una respuesta es práctica significa que es vital, que la puedo llevar a mi manera de vida. Si no puedo hacer nada con esa respuesta, ¿para qué la quiero? Si no va a pasar nunca más allá de mi cabeza, ¿para qué la quiero? Si no resuelve mis problemas, ni mis dolores, ¿para qué la quiero? Hablamos de una Filosofía para la vida, práctica, atemporal, esta que creo buscamos todos.

¿Qué es la vida?

He hablado un poco de Filosofía. Ahora es importante decir algo sobre la Vida. A veces es muy interesante ver de dónde proceden estas palabras, pues las empleamos tanto que olvidamos lo que significan. Si buscamos en un diccionario etimológico de dónde viene la palabra vida, veremos que vida tiene la misma raíz que vid, la fruta, la raíz, la uva del vino, de ese vino que se ha considerado una bebida similar al fuego, por los efectos que produce en el ánimo. Decía Platón en alguno de sus Diálogos que es bueno un trago de vino antes de dialogar, que uno se siente más animado y con menos reparos, de manera que algunas inhibiciones desaparecen momentáneamente.
Vemos, por tanto, que la vida es una pequeña raíz de la cual se va a desarrollar una gran planta que dará un fruto que siempre se ha considerado muy especial, un fruto del cual se obtendrá una bebida que siempre se ha considerado muy especial.

Eso es la vida. Pero nosotros tenemos que buscar la raíz de esta vida en el ser humano, y en ese sentido me parece fundamental diferenciar lo que es estar vivo de lo que es vivir.

Estar vivo es algo de lo que participamos todos porque hemos venido a la vida y estamos vivos. Es algo pasivo. Pero vivir, es otra cosa. Vivir es entender la vida, disponer de la vida, es algo activo, es algo lleno de armonía. Y esto es lo que nos interesa de la vida.

Una definición de un diccionario cualquiera, dice más o menos: ?La vida es una energía, una fuerza, una potencia que hace que aquél que la tenga interna y sustancialmente pueda obrar, pueda actuar?.

Es curioso que el amor se defina de la misma manera. El amor es una fuerza, una potencia, una energía, que hace que las cosas puedan unirse unas con otras. Interpretaremos el amor de mil maneras, pero en su principio es una energía poderosa que atrae y une las cosas, las recompone, las acerca. Además, el amor es uno de los motores más grandes de la vida porque nos hace buscar lo que no tenemos.

Por eso Filosofía es amor a la Sabiduría. ¿Por qué buscamos la Sabiduría? ¿Porque la tenemos? No, la buscamos porque no la tenemos. ¿Por qué amamos todo lo que amamos? ¿Porque lo tenemos? No, cuando amamos y salimos en busca de algo, cuando amamos y ponemos en marcha la energía para obtener algo, es porque ese algo no lo tenemos. Y justamente porque lo queremos tener, el amor se convierte en un poderosísimo motor.

Nos podemos preguntar si cuando conseguimos algo dejamos de amarlo. No dejamos de amarlo, lo amamos de otra manera. Cuando conseguimos algo y lo hacemos nuestro, profundamente nuestro, íntimamente nuestro, la energía que poníamos en buscarlo, ahora la ponemos en vivirlo, porque hemos integrado dentro de nosotros aquello que buscábamos.

Así pues, Amor, Vida y Energía son la misma cosa. Nos preguntamos qué es vida y respondemos energía. Nos preguntamos qué es amor y es también energía. Por lo tanto, la vida es energía, y la vida es amor.

Donde hay vida hay unión, hay cosas que se acercan unas a otras, que se conjugan y que se armonizan unas con otras. Y cuando la vida está cargada de energía y de amor, hay Filosofía, porque buscamos, casi sin saberlo, el conocimiento. No se trata del conocimiento de las grandes cosas, son los miles de porqués que hemos empezado a plantearnos desde que vinimos a la vida. Buscamos un conocimiento que nos permita llegar mejor a nosotros mismos, que somos los grandes desconocidos, a los demás, al mundo en el que vivimos.

Si no nos quedamos quietos y pasivos, si vivimos ?y no simplemente estamos vivos?, vamos a tratar de adquirir un estilo de vida, una forma de vida, una actitud, una manera de obrar que nos lleve en una determinada dirección, dirección que habremos elegido y que va a condicionar nuestra manera de hacer las cosas.

El arte y la ciencia de vivir

Entiendo que para vivir con Filosofía, necesitamos recuperar el arte de vivir. El arte y la ciencia de vivir. Un arte y una ciencia muy viejos, muy olvidados, que se han ido dejando poco a poco de lado para sustituirlos por la pasividad del estar vivos, del dejarse vivir, del dejarse llevar por las circunstancias.
Pienso que deberíamos recrear este arte y esta ciencia, que deberíamos hacer de este arte y esta ciencia de vivir una auténtica necesidad frente a la enorme cantidad de necesidades artificiales con que han inflado nuestras vidas. Hoy estamos todos gordos, obesos de necesidades artificiales y como no tenemos ni arte ni ciencia para vivir, no llegamos a la raíz, a la cepa, a la profundidad de la vida. No podemos meter las manos en nuestra propia tierra para encontrar nuestra propia raíz.

Hay que volver a esta ciencia y a este arte. La Filosofía es precisamente esta ciencia y este arte de vivir. La Filosofía es ciencia desde el momento en que nos proporciona un conjunto de conocimientos, a cuya luz, barriendo la Historia desde donde tenemos documentación y memoria hasta el presente, vamos a encontrarla llena de similitudes tan preciosas, que no podrán dejar de llamarnos la atención.

El arte es cómo aplicamos las enseñanzas: extraiga cada uno su propio artista. Hay que crearlo, hay que hacerlo. Hay una técnica que nos pueden enseñar, hay un hacer que nos pueden enseñar. Podemos recibir enseñanzas, muchas, pero si no las aplicamos no somos artistas, y el arte de vivir consiste en aplicar lo que nos enseñan, en probar lo que nos enseñan. Naturalmente no lo vamos a hacer bien desde el primer día, pero, como con todas las cosas, habrá que insistir.

¿Cómo nos ayuda la filosofía?

La Filosofía es, entonces, esa ciencia y ese arte de vivir que puede ayudarnos si nosotros nos atrevemos a ser artistas y no solamente científicos. La Filosofía es la ciencia y el arte que nos desvela los misterios del hombre, del universo y, ¿por qué no?, de Dios, no importa con qué nombre se le quiera llamar ni con qué figura se le quiera representar.

La Filosofía es el arte y la ciencia de hacernos ver la importancia de las grandes preguntas, de esas tan trilladas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy?

¿QUIÉN SOY?

No es lo que dice nuestro carnet de identidad, sino más bien en qué momento empieza a tener importancia para nosotros quién soy.
Cuando empezamos, a veces nos preguntamos ¿Qué soy? A medida que avanzamos nos preguntamos ¿Quién soy?. Quién ya es algo mucho más importante. Qué, es lo que nos solemos preguntar todas las mañanas cuando bajamos de la cama. ¿Qué soy en este momento? Quién, aparece un poco después, cuando ya recuperamos la conciencia. La gran pregunta es quién se esconde detrás de mí.

¿DE DÓNDE VENGO?

No se trata tan sólo de recordar o no si hemos vivido antes, si hemos tenido anteriores reencarnaciones. Es poder contestar a tantas cosas que sentimos íntimamente clavadas en el alma, que sentimos íntimamente nuestras, que las sabemos antes de que nadie nos las haya explicado. Y eso indica una cierta vejez muy difícil de explicar. Una cierta vejez que lleva muchas veces a los niños a dejarnos asombrados con sus preguntas, porque no entendemos cómo son capaces de preguntar algo que nosotros nunca les hemos enseñado ni explicado. En cambio la pregunta está ahí. El ¿De dónde vengo? es explicar esa vejez del alma, esa antigüedad, esas cosas que sabemos, que sentimos como propias, aunque nunca nadie nos las haya puesto en las manos.

¿A DÓNDE VOY?

Es una pregunta que se refiere al futuro: ¿A dónde vamos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo vamos? A veces nos hemos preguntado por este universo, qué es la Tierra, esta pequeña pelota girando en medio de infinitas galaxias y sobre sus leyes, quién las ha creado, quién las dirige, quién las mantiene. Podemos contestarnos que no nos importa... Pero yo me dirijo a quienes sí les importa, y no porque vayamos a obtener una respuesta ahora mismo, sino porque queremos una respuesta, y porque buscándola con amor y con energía la vamos a encontrar.

Estamos hablando, entonces, de una Filosofía que es para pensar, pero también es para sentir. Una Filosofía que no se siente, un conocimiento que no nos conmueve, ni nos hace vibrar, es muy poca cosa. Necesitamos que un fuerte sentimiento acompañe todo lo que pensamos. Pero además hace falta actuar. Y hace falta poner de acuerdo lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos, y cuando esas tres cosas están de acuerdo, entonces es cuando somos filósofos.

Hay una enorme diferencia entre estudiar Filosofía y ser filósofo. Estudiar Filosofía, puede hacerlo cualquiera. Puede gustar o no, puede entenderse o no, pero podemos estudiarla. Ser filósofo es algo diferente. Es más bien una actitud, es un arte, como decíamos antes. Ser filósofo también lo puede ser cualquiera. Precisamente es mucho más fácil ser filósofo que estudiar Filosofía, porque ser filósofo lo es cualquiera que se haga preguntas con una auténtica inquietud, con sinceridad, y que, con sinceridad también, busque las que serán las respuestas. Lo que nosotros proponemos es ser filósofos y no simplemente estudiar Filosofía.

Actitud ante la vida

Queremos una actitud ante la vida, una actitud especial que señale que somos filósofos. ¿Cómo se entiende esta actitud?

Vamos a empezar por nosotros mismos ?aunque parezca egoísta? pero por algo hay que empezar. Hay que buscarse a sí mismo, y además hay que encontrarse. Y cuando uno se ha buscado, se ha encontrado y más o menos se conoce, tiene que armarse de mucha paciencia para no irritarse contra las imperfecciones que uno encuentra sino, al contrario, ir limando estas imperfecciones, ir transmutándolas hasta convertirlas en valores humanos.

Muchas veces nos miramos de una manera tan superficial, tan atrapados por las exigencias exteriores, que no sabemos ni siquiera dónde estamos. Encontrarse es por lo menos decir: estoy aquí. Y después de haberse encontrado, conocerse; aunque no sea a fondo, saber por lo menos cuáles son nuestras realidades básicas, cuál es nuestro carácter, qué es lo que realmente ansiamos, lo que realmente buscamos, lo que queremos por encima de todas las cosas. Y cuando ya nos conocemos un poco, vamos a descubrir que no somos perfectos.

Aquí empieza el trabajo de la Filosofía: no somos perfectos pero queremos conseguir muchas cosas. Los valores que podemos conquistar son muy numerosos. Voy a citar los que me parecen tan indispensables como para no llamarnos ni siquiera humanos si no los tenemos.

CONCEPTO DE HUMANIDAD. Una vez que nos hemos descubierto a nosotros mismos, es esencial descubrir que hay seres humanos a nuestro alrededor, que no somos los únicos. Platón contaba que una vez se habían reunido muchas grullas a conversar entre ellas, y después de mucho dialogar, llegaron a una conclusión definitiva: el mundo está dividido en dos grandes partes: las grullas y las no grullas. Aunque parezca mentira los seres humanos solemos pensar más o menos así: el mundo está dividido en dos grandes partes: yo y los demás.

Uno de los valores humanos que tendríamos que adquirir es hacer realidad el concepto de humanidad. Humanidad no es una abstracción, sino que está constituida por ese los demás, que generalmente vemos como un montón, pero cuando de ese montón empezamos a extraer uno a uno estos seres humanos que son como nosotros, entonces la humanidad tiene otro sentido. Y junto a la humanidad surge la fraternidad, surge la convivencia, que si no la hay es porque no les damos valor a los otros, a los demás. Tenemos que dejar de dividir al mundo en dos partes. Este es uno de los valores que tenemos que adquirir cuanto antes.

LA VIDA ESTÁ EN TODAS LAS COSAS. Otro valor importante es reconocer la vida, no solamente en los seres humanos sino allí donde esté, porque la vida está en todo el infinito universo. La vida está en una piedra y en las plantas, y está en los animales. Y allí donde hay vida tiene que haber respeto por la vida. Este es otro de los valores que tenemos que adquirir. Está bien querer ser uno mismo, pero hay que admitir que la vida es una fuerza, es una energía que está en todas las cosas y que hay que respetar la vida donde esté.

EL SENTIDO COMUN. Hay un valor que hoy está en total desuso: es el sentido común, al que ayuda mucho una buena dosis de Filosofía. El sentido común es dejar de lado las fantasías que nos hacen subir quién sabe adónde, o perdernos quién sabe en qué burbuja. Sentido común es poner bien los pies en la Tierra, y una vez que los tenemos bien asentados, si queremos levantar la cabeza al cielo, hagámoslo, pero asegurémonos primero de que sabemos dónde estamos pisando. Es saber con qué contamos, qué tenemos, qué podemos hacer, cómo lo podemos hacer, y exigirnos un poco más. No se puede ser filósofo y loco al mismo tiempo.

ORDEN Y DISCIPLINA. Creo que nos hace falta, entre tantos valores, un poco de orden y un poco de disciplina. La vida es ordenada y si nosotros somos desordenados vamos en contra de la vida, que si bien es prodigiosa en su riqueza de manifestaciones, no es desordenada, es altamente disciplinada. Estos valores nos ayudarán a vivir más profundamente, lo cual no es más que ajustarse a lo que la vida nos muestra, a las leyes que la vida nos proporciona a diario.

ESTÉTICA. Creo que deberíamos adquirir o readquirir un poco de estética. Estamos todos hartos del dominio de lo feo. Deberíamos recuperar el sentido de la estética, que nos está haciendo falta. Nos hace falta armonía, encontrar cosas armónicas para que se armonice al mismo tiempo nuestro ser interior.
En muchas ocasiones estamos irritados contra la gente, contra la vida, contra las circunstancias, contra nosotros mismos, y es porque todo lo que hay a nuestro alrededor es inarmónico. Es normal que reaccionemos así. El arte tiene que proporcionarnos la armonía y si no, busquémosla, pues artistas hubo siempre y sus obras están siempre a nuestra disposición.

ETICA. Creo que tenemos que recuperar también un poco de ética. Hay que recuperar el sentido de la ética y si hablamos de corrupción es porque sabemos que hay cosas que están bien y cosas que están mal. Y si lo sabemos, tratemos de regir nuestra vida por esta mínima sapiencia. Es lo mínimo que podemos hacer.

SENTIDO DE LO SAGRADO. Tenemos que recuperar el sentido de lo sagrado. Me refiero a cosas superiores, porque tiene que haber algo más, más alto, más grande, algo más perfecto, más noble. Me refiero a poder levantar la mirada del alma y descubrir que hay cosas a las que podemos llegar, y perfecciones a las que podemos aspirar.

LA ALEGRIA DE VIVIR. Un poco de naturalidad, un poco de sencillez... Es la posibilidad de abrir todos los días los ojos tras de una nueva aventura y lanzarnos a ella con esperanza, con potencia, con fuerza, con vida. Cuando uno toca todos los días la vida no puede estar triste. Siente la alegría de vivir.
Uno puede preguntarse: si la Filosofía es tan maravillosa y puede proporcionarnos todos estos valores, y nos enseña a dar paso a paso, entonces ¿por qué hay dolor? Es lo mismo que si nos preguntáramos ¿Por qué hay noche? ¿Por qué no es siempre de día? ¿Por qué no brilla el Sol las 24 horas? ¿Por qué, de pronto, estoy rodeado de oscuridad? Hay noche porque hay día, y hay dolor porque hay felicidad. Cuando podemos hacer de la felicidad algo estable, el dolor no nos tortura tanto. Pero el dolor nos enseña, nos ayuda a reaccionar.

Decían los antiguos que el dolor es vehículo de conciencia y tenían mucha razón. Es cierto que cuando nos sentimos felices no solemos asimilar las enseñanzas de la vida. Pero cuando nos duele algo es cuando reaccionamos, aunque sólo sea para preguntarnos ¿por qué me pasará esto precisamente a mí? Si nos hemos detenido a preguntarnos ¿por qué?, vamos a buscar la causa de lo que nos produce dolor. No nos vamos a conformar, sino que vamos a buscar la raíz y cuando la conozcamos, es posible que ese dolor no se vuelva a repetir o que se vuelva a repetir en mucha menor escala.

La Filosofía que proponemos no es una Filosofía de dolor. No nos hacemos eco de las doctrinas filosóficas que proponen el conocimiento poco menos que como una tortura para la personalidad humana. Entendemos que limar las asperezas, modificar los defectos o transformarlos y convertirlos en valores humanos no es aniquilar la personalidad, es embellecerla en todo caso. Cuando la Filosofía propone erradicar los elementos negativos, y tratar en cambio de instalar valores positivos, no busca destrozar la personalidad sino rearmarla en buenas condiciones, o presentarla en buenas condiciones, que es lo que hacemos cuando queremos ofrecer un buen aspecto a aquellos que nos van a ver.

La Filosofía es una magnífica oportunidad para vivir, para aprender viviendo. Si vivimos intensamente, profundamente, conscientemente, aprendemos de lo que vivimos, y esta es una de las oportunidades más importantes que nos proporciona la Filosofía.

Nos proporciona la oportunidad de eliminar el miedo. ¿Quién no tiene miedo? ¿A qué cosas le podemos tener miedo? A las que no conocemos, a las que no sabemos cómo enfrentar. ¿Qué es entonces nuestro miedo? Pura ignorancia.

Cuando conocemos algo, cuando se hace la luz, cuando vemos lo que hay a nuestro alrededor, en nosotros mismos, el miedo y las dudas desaparecen. Y ésta es también una oportunidad.

Esta Filosofía que proponemos realmente es una Filosofía para un ser humano constructor de sí mismo. Ser constructores de nosotros mismos y de las sociedades en las cuales vivimos, para poder mejorarnos a nosotros mismos, para poder mejorar el mundo en el que vivimos.

Solemos hablar de revoluciones, de grandes cambios, pero no se nos ocurre hablar de nuestras propias revoluciones, de nuestros propios grandes cambios. Los queremos fuera y olvidamos que toda revolución que propongamos fuera tiene que empezar necesariamente por dentro, por cada uno de nosotros.
Si no somos revolucionarios, si no somos capaces de entrar en nuestro edificio, y de descubrir sus fallos fundamentales, de reconstruirlo o construirlo, de rehacerlo o de hacer lo que le falta, no podemos tener el valor de promover nada hacia afuera, ninguna construcción, ninguna revolución, ningún cambio.

Es difícil, pero muy interesante. Es un desafío realmente importante. Es mucho más interesante aceptar este desafío que resignarse pasivamente ante el sufrimiento y ante la injusticia.

De sus resultados tenemos constancia y ejemplos a lo largo de toda la Historia. Nos los dan todas las edades de oro de todas las culturas; todos los Renacimientos, todos los momentos elevados y gloriosos de la Historia. Si otros lo pudieron conseguir, nosotros también. ¿Por qué no? ¿Por qué vamos a ser menos valientes? ¿Por qué vamos a ser menos fuertes? ¿Por qué vamos a soñar menos? ¿Por qué vamos a ser menos activos?

En un momento de crisis como el actual, en el que no sabemos con certeza hacia dónde vamos, qué será de nosotros o cómo se resolverán todos estos conflictos que están asolando el mundo, presentamos esta pequeña y sencilla fórmula: una Filosofía para vivir. Vale la pena intentarlo, vale la pena vivir y no estar simplemente vivo.


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Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga


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