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Esoterismo práctico


Cuando nos reunimos alrededor de un título como éste que, sé que hay de por medio muchas inquietudes. Las más importantes, las de quienes me leen esperando encontrar algo especial, extraño, diferente. Y también están de por medio mis propias inquietudes, esperando ser sincera, fiel a mi propia verdad, y poder exponer aquello que verdaderamente pienso acerca de este tema. Y hemos querido hablar de esoterismo práctico, de este esoterismo que tantas veces encontramos en publicaciones, en conversaciones, charlas, explicaciones, y que a fuerza de usarse y usarse le sucede aquello que le pasa a tantas de nuestras palabras: que ya no sabemos muy bien de qué estamos hablando.

Como he expresado en muchas oportunidades, no soy experta en definiciones; no me gustaría tampoco hablar largamente sobre lo que es el esoterismo. Pero si nos vamos a referir a cosas sencillas y prácticas como reza el título de nuestra charla, vamos a entender por esoterismo lo que es opuesto a lo «exotérico». Lo exotérico, lo externo, lo que se ve, lo que está al alcance ya sea de la mano, o de los sentidos o de nuestra comprensión, conforma una serie de elementos que no tienen ningún secreto para nosotros.Vamos a reservar, en cambio, la definición de ?esotérico» para lo que está un poco más guardado y escondido. No es que no exista, sino que simplemente no aparece de buenas a primeras ante los ojos de la vista, o ante el entendimiento.

Así pues, todo lo que existe y todo lo que se nos muestra manifestado, tiene, además de un aspecto concreto y visible, otro aspecto invisible que sería la esencia escondida, el alma, el espíritu que yace detrás de todas las cosas y que habita en todos los seres. A esa «esencia» es a lo que llamaremos lo «esotérico». Llamaremos también «esotérico» al conjunto de ideas y conocimientos a los que todavía no hemos tenido acceso; es decir, a todo aquello que todavía ignoramos.

En realidad estamos rodeados de muchas cosas esotéricas; hay cosas que vemos y otras que no, y lo aceptamos así. Igualmente, hay cosas que sabemos y otras que ignoramos. El conjunto enorme de las cosas que ignoramos constituye para nosotros lo esotérico, porque permanecen todavía ocultas. El conocimiento esotérico, si bien constituye todo aquello que aún no poseemos, no indica que estamos quietos o pasivos, sino que sabemos que no lo tenemos. Sabemos como decía Sócrates que no sabemos, pero que queremos saber; sentimos que necesitamos «algo más».

Por ello, pienso que todo filósofo, si es verdaderamente un amante, un buscador de la Sabiduría, es automáticamente un esoterista. El filósofo busca lo que no tiene. Cuando nosotros buscamos el conocimiento, no buscamos aquello que ya tenemos, buscamos, en cambio, aquello que nos falta. Nuestra ansiedad se lanza tras aquello que sentimos que aún no está con nosotros. Nuestro anhelo es fruto de nuestra incompletura. Somos filósofos esoteristas porque buscamos aquello que no sabemos, lo amamos y lo queremos traer hacia dentro nuestro.

Ahora bien, hay una enorme diferencia entre la búsqueda intelectual del conocimiento y la práctica de estos conocimientos que podemos llegar a adquirir. La inquietud que nos lleva a buscar intelectualmente, lo que nos lleva a leer, a conversar, a escuchar, a investigar, es un primer paso muy interesante, pero no es todo el camino.Un camino no puede estar hecho nada más que de ansiedad intelectual, de una búsqueda intelectual. Indudablemente, para que los conocimientos que atraemos hacia nosotros demuestren su efectividad, tenemos que aplicarlos.

El conocimiento se nos muestra en su perfección, en su completura y validez, cuando lo podemos llevar a la práctica.

De esta forma, ya sea en el esoterismo considerado hoy a lo siglo XX, o el viejo esoterismo de tantas y tantas civilizaciones que llenan las páginas de nuestra historia, se trató siempre de la doble vertiente: una búsqueda intelectual, sí; una aplicación de esa búsqueda intelectual, también.

Desde este punto de vista, el esoterismo no es un conocimiento más, sino que es un conjunto de conocimientos que llevan al hombre poco a poco a conocerse a sí mismo y a dominarse, cada vez mejor. A comprender cada vez más la Naturaleza, a poder mantener los ojos abiertos ante los misterios de la Naturaleza.

Y si este conocimiento esotérico que lleva a abrir nuestros ojos, nuestra comprensión y nuestra alma no puede aplicarse, es como si estuviese muerto desde el primer momento. Si consideramos que los conocimientos que hemos recogido intelectualmente son válidos, tienen que ser también válidos para aplicarlos. Si consideramos que lo que estudiamos es bueno, también tiene que ser bueno para ser vivido. Es más, cada uno de los actos de nuestra vida, cada una de nuestras palabras, cada uno de nuestros gestos, tienen que demostrar la validez, la autenticidad de aquellos conocimientos que hemos recogido por buenos, por grandes, por verdaderos.

Y es aquí donde nos encontramos con una de las tantas paradojas del tiempo que nos ha tocado vivir. Se habla mucho, se escribe mucho, se piensa mucho, y se hace poco... Eso es lo malo, pues de lo poco que se hace, generalmente, se hace al revés de lo que se dice, al revés de lo que se asegura pensar, al revés de lo que se sostiene como idea propia. Hoy el ser humano ya no quiere esforzarse por vivir sus convicciones.

La vida diaria ofrece generalmente estos ejemplos, que son los que acaban por definirnos. Es muy doloroso para la gente joven con muchas ilusiones, el presentarse a veces a estudiar filosofía, lenguas, artes o aún esoterismo, y encontrarse con que quien nos explica todos estos conocimientos nos habla de cosas muy grandes, muy elevadas, puras y nobles, pero que esta persona no vive ni aplica.

Y, lógicamente, surge la pregunta: si quien lo enseña no lo vive, ¿será bueno eso que está enseñando? Así, encontramos que se nos venden grandes ideas, pero quienes lo hacen no las vivencian. Se nos venden grandes ideales, pero quienes los venden no los sienten. Y por esto pensamos que un conocimiento, y sobre todo un conocimiento esotérico, aquel que va detrás de las grandes verdades, tiene que tornarse práctico.

Es evidente que hay grandes problemas que dificultan la práctica, no sólo de los grandes conocimientos esotéricos y las grandes verdades, sino aún esas pequeñas, íntimas verdades que nosotros sentimos como nuestras y como válidas.

Y ya que de esoterismo hablamos, quiero hablar de los problemas que el mismo nos presenta. El más grave es que ese esoterismo se ha puesto de «moda». Y esto, como todas las cosas, lo desvirtualiza, lo desgasta, lo pone en boca de mucha gente, y aun quienes no saben absolutamente nada, lo intentan manejar de manera profana.

En esta moda general del esoterismo, encontramos, como puntos aislados que querría exponer, algunos elementos que me parecen altamente perniciosos. Por ejemplo, dentro del esoterismo «de moda», hay una corriente que tiende a alejarse del mundo en que nos ha tocado vivir, a despreciarlo, a criticarlo simplemente, a no proponer nada en su beneficio; y a encerrarnos cual si fuésemos el Viejo de la Montaña, allí en la soledad de nuestros pensamientos y en extrañas y raras meditaciones. Pero lo cierto es que no nos hacemos prácticos para nuestro mundo.

Es un esoterismo de puertas para adentro, que nos parece un tanto egoísta puesto que, si queremos ser esotéricos, lo primero que deberíamos aceptar es que cada cual ha nacido en el momento que se merece, en el tiempo que le corresponde y en la época justa. Luego evadirnos de todo esto, por muy malo que sea, no puede considerarse positivo.

Otra corriente de esoterismo consiste en que cada una de las instituciones, grupos, escuelas, conjunto de amigos, etc., que se dedican al esoterismo, se consideran los mejores, los únicos, los más válidos y auténticos.

Cada cual cree haber recibido la inspiración y la iniciación de algún soberano maestro, y todos los demás venimos a ser una suerte de tontos que les pisamos los talones, pero que nunca llegan a ninguna parte.

Lo lógico es que quien busca con verdaderas intenciones, se encuentra desesperado ante esta enorme cantidad de contradicciones. Todos dicen poseer la Verdad, el único Maestro y la Instrucción. Naturalmente esto desengaña a quien busca, porque uno empieza a preguntarse si la Verdad es una o es múltiple, si la tienen algunos o la tienen todos.

Dentro del esoterismo «de moda», hay también otros inconvenientes: un manejo de palabras exagerado que nos aleja de las verdades esenciales. Hoy todo el mundo habla de meditación, de «iniciación», de introspección, de invocaciones a los dioses, de magia práctica, del Nirvana; de una gran cantidad de cosas que dejan de encerrar conceptos profundos, para convertirse en una especie de ensalada de lechuga y tomate, tal y como la podemos pedir en cualquier restaurante.

Tanto es así que en cualquier sitio uno se encuentra con «iniciados». Y olvidando las enseñanzas de los viejos Maestros, que explicaban que generalmente el que lo es no lo dice, uno debe estar frente a múltiples personajes que aseguran de sí mismos ser Iniciados, y que piensan que por conceder 5 minutos a los que hablan con él, uno ya puede recibir algo de esa «fabulosa iniciación»

¿Qué es la Iniciación?;¿Qué es la Meditación y la Concentración? Muy difícil de explicar, porque por mucho que nos digan que hay que centralizarse en uno mismo; a veces es bueno preguntarse qué es uno mismo, quién es uno mismo, dónde estamos nosotros mismos...

Nos encontramos ante una suerte de magia por imaginación con la que la gente cree conseguir cosas que en realidad no tiene. Y pienso que esto no es culpa de la gente, ni es culpa de ninguno de nosotros. Se nos explica que todo está tan cerca, tan al alcance de la mano, tan fácil... somos todos tan sabios, tan perfectos, extraordinarios e iluminados, que ya nos imaginamos en ese estado de perfección, y la imaginación nos agota la capacidad de acción. Y en lugar de buscar aquello que teníamos que buscar, nos conformamos con lo que imaginamos. Pero, ¡Ay de nosotros cuando tras creernos sabios e iluminados, caemos en el difícil pozo de la ignorancia, cuando los vicios nos dominan igual que ayer y que anteayer, y quien sabe si no peor...

Nos encontramos con una popularización exagerada de ciertas artes y creencias esotéricas... Hoy todo el mundo sabe de Alquimia, de Astrología; hoy todo el mundo habla de «Zen» y de las prácticas tántricas. Y aún, para ir más lejos, resulta que la Iniciación, la Sabiduría y el Cielo, están al alcance del hombre, porque ahora, con prácticas sexuales se llega también al Nirvana...

Esto también aminora el Esoterismo, tornándolo pequeño y lo presenta falso; fácil, pero falso. Nos aleja de la exploración de la personalidad, de la verdadera práctica y de todo tipo de esfuerzo. Nos aleja en fin del camino arduo y estrecho que todos los verdaderos Maestros han enseñado.

Y entre otras cosas que queramos mencionar, hablaremos también de una exasperada utilización de la palabra «mística». Hoy todo es místico, todo; hasta la forma en que se come y el ritmo con el que se mastica la comida. Si uno se corta el cabello, es místico; si se lo deja largo también, depende de las escuelas...

Hay toda una corriente de pensamiento que ha llegado a pensar que el hombre se hace espiritual nada más que por pronunciar repetidas veces el nombre de Dios. Y nos hemos olvidado de que tal vez, la espiritualidad se consiga ACTUANDO en nombre de Dios, no importando las veces que repitamos su Nombre.Todos estos problemas que hemos mencionado, hace que sea difícil hablar de esoterismo y mucho más del esoterismo práctico. Pero vamos a intentar sintetizar algunos elementos que el esoterismo puede aportar al hombre, así como algunas fórmulas prácticas, mediante las cuales, podremos vivir de verdad ciertas verdades, ciertos consejos, ciertas ideas fundamentales. Hablaremos de algunas de ellas, cogidas de muchas civilizaciones, escuelas y buscadores, que a la hora de dirigirse a lo esotérico, han llegado a las mismas conclusiones.

Para el Esoterismo tradicional, todo nuestro Universo y por consiguiente nosotros mismos, como seres humanos, estamos compuestos de dos grandes elementos, dos partes. En nosotros, en el Universo juega siempre la dualidad Espíritu Materia. No hay una contradicción entre espíritu y materia. No es que el espíritu esté arriba y sea bueno, ni que la materia esté abajo y sea mala. El Espíritu es fuente de Luz, de Conocimiento y Verdad; desciende y se plasma hasta condensarse, oscurecerse y tornarse materia. Pero estos dos extremos de la escala, a nosotros los seres humanos, nos vuelven verdaderamente locos.

Por poco que nos analicemos a nosotros mismos, en silencio, con dedicación vamos a descubrir nuestra parte del espíritu, nuestra parte superior, noble, sutil; pero también vamos a descubrir nuestra parte de materia, parte que vive y se complace en un mundo de cosas materiales.

Pero nuestro gran problema y de ahí el esoterismo práctico, es que no sabemos congeniar estas dos partes: o bien nos volcamos hacia una espiritualidad exagerada y mal entendida, dejándonos morir de hambre y aprovechamos mal ese instrumento que también nos ha dado Dios y que es el cuerpo físico; o bien existe un volcarse totalmente por lo material, con desprecio absoluto de lo espiritual. Por lo tanto una de las primeras cosas que deberíamos aprender, es a congeniar esa dualidad con la que hemos de vivir: espíritu y materia.

Otro elemento esotérico antiguo tradicional, que vamos a encontrar repetido en todas las culturas, es el referido a la antigüedad del Universo y del Hombre. Ni el Universo ha nacido en pocos miles de años, ni el Hombre deambula sobre la faz de la tierra desde hace apenas unos pocos días históricos.

Para todas las tradiciones, la antigüedad del Universo es enorme; y tanta como la del Universo es la del hombre, aunque para poder asumir esa antigüedad, éste haya tenido muchas formas, múltiples apariencias. Aunque haya sido a veces tan sólo una pompa de jabón, un trozo de espuma, un glóbulo de aire... No importa la forma, pero lo que sí se le reconoce al hombre es una gran antigüedad.

Y dentro de esta gran antigüedad, el Hombre y el Universo han pasado por numerosos ciclos que no son exactamente iguales, pero que tienen la particularidad de repetir elementos semejantes. Ciclos de vida y de muerte; ciclos de aparecer y de desaparecer. Ciclos de tener cuerpo, y de no tenerlo. Nos encontramos con que siempre este esoterismo ha tratado de explicar qué es lo que vive y qué es lo que muere, llegando a la exacta conclusión de que lo que permanece vivo es el Espíritu; y lo que muere, lo que viene y se va, lo que aparece y desaparece, lo que es efímero como el reflejo de una ilusión, es el cuerpo.

Así se entienden más y más conceptos esotéricos como el de la Eternidad ... Eternidad que afecta al Espíritu, mas no al cuerpo. Conceptos tales como la evolución, que hace que este Espíritu tome conciencia paulatinamente de lo que significa la vida; de este agregado que le supone el cuerpo, y de las dificultades y ventajas que le supone poseer un cuerpo.

Conceptos tales como el sentido mismo de la vida, el podernos responder para qué estamos aquí y qué vamos a hacer en este mundo. ¿Cuál es nuestra función, hacia dónde caminamos? ¿Es simplemente vivir, simplemente vegetar, comer, dormir, o hay algo más que podemos hacer?

Se nos aclaran conceptos como las «pruebas» que la vida nos depara; pruebas que no son simplemente dolores para vejarnos, sino que ahora pasan a ser sistemas de enseñanza para fortalecernos.

Para el esoterismo de todos los tiempos, ha habido siempre una Ley fundamental que es la misma que hemos expuesto infinidad de veces. Ley que nos permite conjugar este Universo y estos hombres dentro del Universo, con sus apariciones y sus desapariciones. Me refiero a la Ley de causa y efecto. La Ley que anula la casualidad, y en cambio pone de pie la responsabilidad.

En nombre de la causa y el efecto, todos nosotros somos artífices absolutos de lo que nos sucede, de lo que vivimos, de lo que tenemos, de lo que pensamos, de lo que sentimos.

Y aún somos artífices de nuestro propio futuro y de todo aquello que podemos plasmar alrededor de nosotros.

Para este Esoterismo fundamental, el mundo en el que vivimos está sujeto a la acción. No hay nada que pueda dejar de actuar. Aunque creamos que cuando nos sentamos en un rincón en una postura más o menos oriental y nos quedamos inmóviles durante 15 minutos o una hora, vamos por ello a eliminar la acción de alguna manera, pues estamos equivocados. Eliminamos un tipo de acción, pero el corazón sigue latiendo; nosotros seguimos respirando, nuestra mente sigue pensando, nuestros sentimientos siguen fluyendo... Por lo tanto, hay múltiples formas de acción a las cuales no podemos restar nuestra colaboración.

Para este esoterismo tradicional siempre han existido poderes paranormales, supranormales o como se los quiera llamar. Pero a pesar de esta terminología, pienso que dentro de la Naturaleza no hay nada paranormal ni supranormal. Hay cosas normales, sólo que a veces están a nuestro alcance y a veces no; a veces podemos aplicarlas, y otras no.


Algunas personas piensan que el esoterismo es nada más que poderes paranormales; hay otras que creen que el esoterismo es aquel que extiende una mano y hace que se apaguen y enciendan las luces solas, se muevan las sillas misteriosamente, etc. Estos no son poderes paranormales; en todo caso se ha reservado siempre esta denominación para aquellas fuerzas interiores que permiten al hombre llamarse de verdad el dueño de sí mismo; y que le permiten llamarse, no dueño de la Naturaleza, sino aliado de ella.

Sobre todo, para el esoterista, la idea de Dios es imprescindible, puesto que nadie ha conseguido jamás que el hombre pueda ser eterno, que pueda evolucionar, que pueda dar sentido a su vida, que pueda entrar en la gran corriente de acción sin sentir que aquello no importa de dónde venga, está encima de nuestras fuerzas, por encima de toda nuestra comprensión, de todas nuestras definiciones y limitaciones; es decir, aquello que ha puesto en movimiento esta máquina que, si bien la miramos, es una gran maravilla.

Estos pocos conocimientos que hemos mencionado se adquieren no en media hora, ni en una clase, ni en un mes o un año; tampoco como dicen los esoteristas ni en toda una vida. Requiere mucho tiempo y necesidad de una acción, de una práctica en el hombre que es fundamental para poder llegar a vivir estos conceptos.

Algunas consideraciones prácticas

Dije al principio que una cosa es leer ideas bonitas; pero otra es despertar de pronto ante una idea y sentir que esa idea ya no está más en el papel, no está ya en letra de molde, sino que se ha metido dentro; ahora está vibrando dentro de nosotros, tiene otra fuerza. Ya casi no hace falta que se nos expliquen demasiados elementos; los sentimos. Esto es la práctica, y hay varios sistemas para poner en funcionamiento el conocimiento esotérico, transcendente, fundamental.

Vamos a mencionar algunos que son muy sencillos, que no tienen nada de extraordinario ni de paranormal y que, probablemente, más de uno se sentirá decepcionado al ver cuán simples son y a la vez, cuán difíciles de practicar.

Un elemento fundamental: no soñar jamás con conocimientos superiores para beneficio personal o para aumentar el poderío personal. El conocimiento no se ha hecho para «poder» sobre los demás; se hizo en todo caso, para poder, en principio, sobre uno mismo. El egoísmo es planta que hay que desterrar, si de verdad nos interesa el esoterismo. La vanidad personal sobra. Aquel que sabe algo, no debe decir en todo momento y a toda persona que encuentra: «¡Oye!, ¿sabes qué he aprendido?, ¿sabes lo que puedo hacer ahora? ¿Quieres que te haga una demostración de mis fuerzas ocultas? ¿Quieres que te hipnotice y que te duerma? ¿Quieres que te haga recordar las tres últimas reencarnaciones?», etc., y todo lo que se pueda decir en estas cosas.

Esto, señores, es simplemente vanidad. El que sabe, reconoce humildemente que lo único que ha hecho es coger un poco del mucho conocimiento que hay en toda la Naturaleza, lo ha tomado para sí, y lo usa como se bebe agua o como respira el aire.

Y hay que eliminar también el gusto por las cosas perecederas. Si estamos pendientes continuamente del tamaño de la casa en que vivimos, de la perfección de los muebles que tenemos a nuestro alrededor, si son muy caros o menos caros, si son más o menos bellos que los de nuestros vecinos; si estamos pendientes de cambiar de automóvil todos los años, etc ...

Si nuestra ropa es más fundamental que nuestro espíritu, indudablemente es cosa muy difícil poder transitar en el camino del Esoterismo.

Curiosamente, hay que eliminar la vanidad personal; pero si conviene desarrollar un cierto orgullo espiritual que falta últimamente en el hombre. Orgullo espiritual no es vanidad, sino esa sensación de fuerza y tranquilidad interior de aquel que siente que lleva algo grande dentro, algo que no tiene tamaño ni precio. Algo que no se puede adquirir en un simple mercado de oferta y demanda; algo que está con uno mismo. Eso da una sensación de orgullo, sí, pero un orgullo espiritual.

Y si bien no hay que atarse a los elementos perecederos, hay que ser prácticos y aprovechar todos los elementos perecederos que la vida nos brinda, para de ellos hacer objetos de bien, objetos que puedan favorecer a otros seres humanos. En fin, para no vivir como si simplemente fuésemos una hoja en otoño...

Más elementos prácticos: no proponerse grandes empresas que no vamos a ser capaces de rea lizar. No se puede acudir al esoterismo soñando desde el primer día que vamos a ser igual a Cristo, o al Buda. Porque lo más normal es que no podamos llegar a esto.

Por lo tanto, es bueno tener la humildad interior de reconocer que si podemos ser unos buenos seres humanos; que podemos llegar a ser buena gente y que si podemos ayudar a los que están a nuestro alrededor, aunque no seamos ni el Cristo ni el Buda. Porque si nos ponemos esa meta y no llegamos pronto, la dejamos. No es que no se pueda llegar a ser una gran figura, pero es que llegar cuesta mucho más trabajo que esta pequeña empresa que exponemos ahora. El esoterismo y su práctica requiere una gran pureza. Sé que hablar de esto hoy, no es que esté pasado de moda, es que está pasado de todo; pero se pide gran pureza.

Una pureza física, una gran higiene que tampoco es habitual. Higiene que, a la vez que física, tendría que llegar a penetrar dentro de nosotros en todos los planos en los que vivimos. Una higiene psicológica, una higiene mental; cuidar nuestros sentimientos y mirar por ellos, así como nuestras ideas. Higiene en el ambiente circundante, de nuestras conversaciones, etc... Esto es lo que se pide y es difícil de hacer, pero ... es necesario.

No es posible que en medio del fango broten flores delicadas, y cuando brotan son excepciones; ahora estamos hablando de esoterismo práctico que nos sirva a todos, en el que la higiene y la pureza son fundamentales.

Tampoco vamos a promover ahora ni un vegetarianismo a ultranza, ni que se suprima absolutamente la bebida. Lo ideal sería comer con mucho cuidado, escoger los alimentos, evitar las cosas exageradas, no caer en la gula, no caer en el vicio de la bebida, evitar las drogas, etc. Lo ideal es mantenerse limpios.

Más consejos prácticos: se enseña que la mente es un utensilio para pensar, que nos acompaña; es este factor que puede relacionar en nosotros el mundo del espíritu con una parte de la dualidad y con el mundo de la materia la otra cara de la dualidad. Pero nuestra mente tiene una particularidad: al estar en el medio, depende de cómo balanceemos este equilibrio para que ella ascienda y se dedique a las grandes ideas, o para que caiga y se materialice. Ya lo dijeron muchos pensadores: es mucho más fácil caer que subir.

Por eso hay que cuidar mucho nuestra mente, nuestras pasiones; no nos referimos a las pasiones del alma, ni a las artísticas, ni a aquellas que nos ponen en contacto con elementos sutiles. Me refiero a las pasiones que nos destrozan, que nos arrastran, que nos hacen perder todo tipo de capacidad. Estos arranques de desesperación y de ira, que nos tornan verdaderos guiñapos humanos, incapaces de nada. Estas pasiones no son del espíritu, sino de la materia. Y hay que intentar dominarlas poco a poco. Esto no significa no enojarse, pero si ceder a la ira que supone el enojo, analizando éste.

Una fórmula práctica muy olvidada: Amor con mayúsculas para toda la Humanidad, no tan sólo para algunos.

Esto es bien patente que nos falta hoy, ¡y mucho! Estamos tan insensibles que somos capaces de leer cualquier cosa, tal como si pasara en otra galaxia. Esto sucede en gran parte, porque todos los días pasan muchas cosas y cada vez peores: muertes, guerras, accidentes, desastres, asesinatos, etc., ya casi ni conmueven nuestros corazones. Ya casi somos incapaces de temblar por otro, de sufrir por otro.

El hecho es que resulta muy difícil penetrar verdades esotéricas cuando sólo somos capaces de pensar en nosotros mismos.

Como vemos, el camino es sencillo y difícil a la vez. Y si quisiéramos, nos tornaríamos más prácticos todavía; podríamos escoger alguna de las fórmulas que muchos maestros, a lo largo de muchos años, han recomendado a sus discípulos. Son cosas simples, pero también difíciles; veamos algunas.

Tener por costumbre todas las mañanas recoger alguna idea, alguna frase, algún pensamiento. No abandonarlo a lo largo del día, y cada vez que estamos un minuto en paz o tenemos un instante de reposo, traer esta idea a nuestra mente, pensarla, sentirla, aplicarla. Evitar la pereza, levantarse pronto y rápidamente. Los momentos en que solemos pasar en la cama entre cuando nos despertamos y decidimos levantarnos, son los peores momentos; ahí es cuando se cruzan las ideas más disparatadas de la vida. Luego para que no nos lleguen, levantarse de inmediato.


Recurrir a la oración. No una oración, no; la oración. Aprender a hablar desde dentro; aprender a dirigirse desde adentro hacia arriba y no tener miedo de ello.

Autoanalizarnos. No mucho, porque eso también es pernicioso, pero autoanalizarse, ser sinceros con los propios defectos, y prometerse día a día que no los vamos a volver a repetir. Y si caemos, prometerse otra vez que no lo volveremos a hacer. Hace falta tener mucha paciencia con uno mismo; mucho valor para con uno mismo; para vernos cómo vamos, para darnos cuenta de cómo caemos en la misma cosa y seguir intentando ser mejores y ser diferentes.

Acostumbrarse a la soledad. No temer la soledad; en realidad nunca estamos solos, ese es el error. Acostumbrarse a compartir momentos con uno mismo; acostumbrarse a estar con el propio yo, que no es ningún enemigo, ninguna bestia. Lo peor que puede pasar es que, a veces, no esté. Pero hay que tener paciencia y llamarle y dejarle crecer; permitir que se presente ante nosotros y compartir momentos con él.

Evitar todo lo innecesario. ¿Ideas innecesarias? Se desechan, para lo cual hace falta observación y descubrirse a sí mismo para ver qué no sirve. ¿Sentimientos innecesarios? Echarlos fuera; para esto hay que prestarse atención. ¿Palabras innecesarias?. Callarlas; pensar siempre en lo que vamos a decir. ¿Qué necesidad tenemos de herir a los demás tan sólo porque nosotros estemos de mal humor? Hablar lo justo. Hacer culto a la amistad, pero no posponer nuestros ideales más caros en nombre de la amistad. Ejercitar la voluntad día a día, momento a momento, y con las cosas más sencillas. Ejercitar la voluntad en la mesa, ejercitarla al levantarse, y hacerlo rápidamente. No hartarse jamás de comida, no dormir demasiado; tener el cuerpo al ritmo de la voluntad.

No leer demasiado. Puede parecer paradójico, pero la mucha lectura puede llegar a conturbamos. Leer lo justo, y acostumbrarse a leer y a pensar un poco en lo que leemos; leer y asimilar.

Acostumbrarse a estar contentos. Dicen que aquel que encuentra las grandes verdades, el esoterista que entra en contacto con elementos fundamentales, está contento. ¿Cómo podría ser de otra manera? Estar contento con la propia situación; no despotricar contra la existencia que nos ha tocado vivir, sino aceptarla. Como enseñaron los grandes Maestros, el problema no es evitar los dolores que ya sufrimos, o los que estamos sufriendo, el problema es evitar los que van a venir. Y por esto, necesitamos estar contentos con todo lo que tenemos y darnos cuenta de que no se crece de afuera hacia adentro, sino que se crece de adentro hacia afuera.

Nuestra posibilidad de evolución, depende en parte de las circunstancias externas, pero no totalmente. Ya es hora de dejar de echar la culpa a estas benditas circunstancias de nuestro mundo para todo lo que nos pasa.

Darse cuenta de que las energías que en nosotros son nefastas, no se pueden matar ni reprimir. Y en esto estamos casi de acuerdo con lo que sobre lo mismo exponen tantos y tantos idealistas. Todo aquello que simplemente se reprime, puede saltar en cualquier momento. No nos hemos dado cuenta y lo tenemos otra vez ante nosotros. No reprimir: extirpar totalmente.


Aquellas energías que hemos perdido en idear cosas inútiles y torpes, deben ser transmutadas por cosas útiles, buenas, nobles... Si nos gusta algo que sabemos positivamente que no es conveniente, hay que intentar volcar esa energía en otra cosa. Y veremos como, poco a poco, no hace falta reprimir, no hace falta matar. Simplemente lo hemos combatido y lo hemos cambiado.

Otra fórmula práctica: no abatirse jamás. La desesperación no hace a un esoterista, sólo hace a un hombre vencido. Un hombre con convicciones, que busca la verdad, no se desespera. Se cae una y otra vez, y se levanta de nuevo; si se cae diez, diez veces se levantará si es preciso. No existe desesperación, existe fuerza, coraje, ánimo, voluntad.

El conocimiento crece en la misma medida en que se entrega, y esto lo saben muy bien todos aquellos que se han visto en la oportunidad de enseñar. Cuanto más enseñamos, más sabemos; cuanto más queremos explicar aquello que sentimos, más nos esforzamos en sentirlo, porque ahora, además, tenemos que transmitirlo.


De ahí que sea una cadena continua; así, todo aquello que nos hace bien debe ser entregado; todo aquello que recibimos debemos dejarlo correr, transmitir, enseñar, proyectar.

No creer nunca que la felicidad está simplemente en el confort material, porque esa es una cadena sin fin. Cuantas más cosas tenemos, más necesitamos, y lo peor es que la felicidad no llega nunca.

La duda es una grave enfermedad, una enfermedad de la materia, y no del espíritu. El espíritu sabe cómo son las cosas y por lo tanto no duda. Cuanto más dudamos es que estamos más abajo; y cuanto más abajo, la diversidad de la materia nos vuelve locos, no permitiéndonos determinar entre una cosa y otra. Cuidado con la duda; menos duda, más buscar, más serenidad, más aprender a escucharse uno mismo.

Y una última fórmula: no pensar que no hay ninguna salvación, ni ninguna redención, ni ninguna iluminación que vengan desde fuera. Si esto fuese así, los Maestros, los «dioses» así en plural, como era para las antiguas civilizaciones, los grandes Redentores de la Humanidad, ya nos habrían dado esa salvación y ya seriamos totalmente libres. Pero lo que ellos han podido hacer, ya lo han hecho: señalar un camino, poner unas fórmulas en nuestras manos, y el resto es lo que tenemos que hacer nosotros. Todo viene desde adentro, y dentro está la verdadera Fuerza, el verdadero esoterismo.

Este esoterismo al que nos referimos es una creencia tradicional, una ciencia secreta, sí; y no porque se pretenda mantener escondida, sino porque no siempre ha estado al alcance , o porque no ha sido siempre objeto de conocimiento de los hombres. Pero esta ciencia ha tratado de ofrecer al hombre unas prácticas directas y rápidas, para que el hombre aprenda a vivir en su mundo y a realizarse en él.

Esoterismo es un Legado de la Humanidad hacia la Humanidad. 0 por decirlo de otra forma, un Legado de Dios a la Humanidad, al Hombre. No es ni debemos creer que consiste en un sistema para sociedades hastiadas y aburridas. Esto no es un entretenimiento, no es jugar a una copa que se mueve por encima de una mesa; aunque ésta pueda moverse, esto no es esoterismo.

Lo que estamos buscando es algo bien diferente; estamos buscando llegar a la verdad. Y creo que podemos resumir esta búsqueda en una necesidad que es cuestión de educación, y hasta me atreverá a decir de «autoeducación» que permita al ser humano superarse a sí mismo, a través de una formación del carácter práctica, real y efectiva. Un exigirse a sí mismo, un desarrollar la mente de manera armónica, clara, limpia, sencilla. Un aceptar las propias características de nuestro destino y aprovecharlas al máximo, extrayendo la mejor enseñanza de aquello que el destino ha puesto en nuestras manos.

Un aprender a sentirnos unidos a todos los seres humanos. Unidos en nuestra semejanza espiritual, unidos en un Destino común. Unidos porque por algo tantas veces empleamos la palabra «Humanidad», con lo que pretendemos con jugar todo el conjunto.

Por el contrario y por esto hablaba de autoeducación, hoy estamos acostumbrados a algo muy diferente: competencia, lucha por la existencia, supervivencia del más apto, egoísmo, odios, rencores. En fin, que hoy no se trata de educarse; ahora se trata nada más que de pasar el examen. Creemos que si nos han puesto una buena nota, ya sabemos; pero podemos tener excelente nota y no saber nada; y podemos no tener notas en ninguna parte y saber; saber vivir. Por esto hablo de una cuestión de educación, de una cuestión de autoeducación.

Hablaré también de decisión. A veces es necesario ponerse frente a uno mismo, y no delante del espejo que nos muestra nuestra imagen. Ponerse ante la propia conciencia, y decidirse a tomar parte en esta Corriente de Vida, en esta Corriente del Universo, en esta Corriente de Evolución. Darse cuenta que estamos inmersos en esta Gran Corriente, y de que nuestra acción, por mínima que sea, no es innecesaria; de que nuestras acciones tienen un valor por pequeñas que sean. Es importante decidirse a dar valor a esa pequeña parte de acción que somos capaces de realizar. Hay que decidirse a crecer día a día, no dejándolos transcurrir unos tras otros.

Hoy, sé que la moda es «pasar» una palabra que no entiendo muy bien, pero que se emplea tanto... Sé que hay que «pasar», reírse de las cosas, no darles importancia. Y sollozar por dentro, porque, en el fondo, «pasamos» tan rápidamente que alguna vez añoramos de verdad detenernos y preguntarnos: «Bien, y ahora... ¿qué hago?».

Por esto hablo de una decisión, de un compromiso con uno mismo. Sentir la Vida, sentir el Tiempo, sentir la Historia. Sentir que somos capaces de hacer algo; poco, pero algo...

Y sentir, por último, que, como he repetido tantas veces esta tarde, el Esoterismo comienza dentro. El Esoterismo es, ni más ni menos, aquella Fórmula Mágica que iluminó a tantos y tantos espíritus:

«CONÓCETE A TI MISMO, Y CONOCERAS AL UNIVERSO».


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Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga


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