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El mito de Pigmalión



José C. Fernández.

¿Qué madre no está orgullosa de sus hijos? ¿Quién no se enamora de sus propias obras? Shakespeare decía que no son lícitos los versos que no están bañados con las propias lágrimas, y éstas son lágrimas de amor y de emoción. Pero ¿cómo pueden conmovernos aquellos que aparentemente no son más que una proyección de nosotros mismos? ¿Es que no nos conocemos?

He aquí una de las claves de una verdadera obra artística, lo que hace, por ejemplo, que el músico derrame lágrimas ante una partitura que él mismo está creando. Lo que inspira al verdadero artista es lo más profundo y luminoso de sí , es una corriente de "electricidad divina" que desciende de un mundo de belleza perpetua, donde vive su alma más elevada.

Todos conocemos la acusación que se ha hecho a Leonardo da Vinci, cuando al comparar los rasgos de la Gioconda y los propios se hallaron tantas similitudes. Él, como Pigmalión, estaba enamorado de la mejor de sus obras, porque en ella había fijado su propia alma, y seguro que, para él, tenía más vida que su vida.

Y es que no es moralmente lícito enamorarse de lo que uno hace si refleja el yo cotidiano, lo vulgar y mediocre que el tiempo se encargará de roer. Esto lleva a creer que uno es centro del mundo y al culto al yo personal, y por lo tanto a la congelación de la capacidad de respuesta al entorno. Y éste es el primer paso de un camino descendente que hace del incauto una estatua de piedra o de sal.
Pero si la obra es bella, auténtica, sincera, ¿no amamos la belleza? Si, como los clásicos nos enseñaban, debemos ver los dedos de Dios en todas partes, ¿no habremos de verlo en estos "dedos de Dios" que surgen de lo más luminoso de nuestro ser. De aquello que vive dentro y se despierta ante la llamada de todo lo noble, lo bueno y lo justo?

Este es uno de los significados del mito de Pigmalión, el artífice enamorado de su creación. Como en todo mito los significados son como las ramas que parten de un mismo tronco. De una misma imagen, de una misma idea, surgen innúmeras ideas que llenan el campo de la conciencia. Se ha dicho que básicamente un mito tiene siete claves de interpretación, que podemos ampliar a 49 ó 343 si queremos profundizar más en los matices. Claves que analizan el significado del mismo desde un ángulo matemático o astronómico, alquímico...Nos esforzaremos en dilucidar el significado psicológico y moral de este mito.

Cuenta Ovidio en su Metamorfosis que Pigmalión había rehuido desde joven la compañía de mujer; que había vivido célibe y sin esposa, por la repulsión que le causaran las obscenas Propétides. Ellas "se habían atrevido a decir que Venus no era una divinidad, por lo que cuentan que, a causa de la ira de la diosa, fueron las primeras que prostituyeron sus cuerpos y su belleza. Y al perderse su pudor y endurecerse la sangre en sus mejillas, se convirtieron, poca era ya la diferencia, en rígido pedernal"

Un día talló una estatua de marfil, con arte tan admirable, que se enamoró del simulacro. Tan bella era que no podía comparársele la belleza de una mujer de padre y madre nacida. Tal era su porte y su gesto que diríase que estaba viva "y que por pudor no se movía" Encendióse el amor en el pecho de Pigmalión, que cree estar viva la inmóvil imagen. "Muchas veces pone las manos sobre la estatua y la toca para ver si es un cuerpo o marfil (...) Le da besos y cree que son devueltos, le habla, le abraza y le parece que sus dedos se hunden en sus miembros cuando los toca(...) Unas veces la halaga con ternura, y otras le lleva regalos de los que gustan las muchachas, como conchas, lisos guijarros, pájaros y flores de mil colores, lirios, bolas decoradas y lágrimas caídas del árbol de las Helíades. También adorna sus miembros con ropas: pone gemas en sus dedos y en su cuello largos collares, de sus oídos cuelgan ligeros pendientes, y sobre su pecho cintas. Y desnuda no es menos bella. La tiende sobre cobertores teñidos de púrpura de Sidón, la llama compañera de lecho y recuesta su cuello sobre blandos cojines de plumas, como si ella pudiera notarlo".

v En la fiesta de Venus, suplica a la diosa que otorgue vida a quien es el objeto de su única pasión. La diosa, atenta al amor sincero y benévola con quienes al amor se sacrifican convirtió en realidad su deseo, y Pigmalión "por fin no besó una boca falsa". Y parecieron dar vida estos besos a quien antes fuera de piedra. "La virgen sintió los besos que le daba y se sonrojó, y alzando hacia él sus ojos y hacia su luz su tímida mirada, a la vez vio el cielo y a su amante"


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