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Anubis


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El Descenso a las Profundidades

El dios Anubis, desde el "Otro lado de la vida", recibe al difunto que llega a bordo de la barca de los muertos en la Mitología egipcia. Es también el que momifica el cadáver de Osiris, y el que preside el "Peso del Corazón del Muerto", donde el alma humana debe ser más liviana que la pluma de Maat, la Mente Universal que regula las cosas.

El alma, representada por el corazón, es sometida ante la asamblea de los dioses para poder seguir su camino evolutivo. Si su peso en la balanza es mayor que la pluma de Maat, deberá continuar aprendiendo hasta que obre de acuerdo con la Ley, purificándose y tomando conciencia de sí mismo y de la Vida.

Pero el "Mundo de los Muertos", el "Mundo Subterráneo" y el "Infierno" son también "lo Invisible" y sucesivamente, según el nivel de análisis, el inconsciente, el mundo de los sueños, el lugar del descenso a las profundidades, y el objeto del Viaje Interno cuyo recorrido está impulsado por la búsqueda del saber, el deseo de la plenitud y el ansia de la totalidad, desde la perspectiva humana; el resultado de este Viaje iniciático es el aprendizaje, el conocimiento, la experiencia y la conciencia.

Este "Mundo de los Muertos" es tanto el lugar de las pasiones, las emociones y las fantasías, como aquel donde se asienta lo desconocido y lo no reconocido. Es otro plano de la vida, el reino de la oscuridad que guarda el secreto de lo Oculto, y el punto donde la muerte es renacimiento. Es también el retorno a los orígenes, y tiene en sí connotaciones de centro energético, sede de destrucción y matriz de renovación.

Por eso el "Más Allá" representa, simbólicamente, ciertos puntos del sendero humano por los que transita el héroe, símbolo del hombre que debe recoger e integrar la otra cara de sí mismo y de las cosas, que ha de enfrentarse consigo mismo y sufrir las pequeñas muertes de los desprendimientos, de las pérdidas, de todo lo que se deja atrás, incluso la muerte de la persona. El Gran Enfrentamiento le conducirá a la muerte de la personalidad, la gran Muerte Iniciática, de la que surgirá renovado y transmutado para abrir una nueva etapa.

El Más Allá representa una faceta del dinamismo de la Naturaleza, de su curva movilidad, de aquello que la parte de la mente humana que divide y parcela necesita poner en "otro lado", porque no puede percibir ni entender integralmente la Unidad de las cosas, los diversos niveles de lo vivo. Y en el lugar de la separación de ambos aspectos, en el gozne - en otra variante de su simbolismo -, el perro se sitúa como elemento simbólico que marca la dualidad.
Él, situado en la línea divisoria, es el "Guardian del Umbral"; en clave psicológica representa la resistencia que impide, una vez creada la separación, recrear la integridad, lo que dificulta la toma de conciencia porque selecciona el "qué" o "quién" tiene franco el paso y "cuándo" debe pasar de una a otra parte. En la terminología psicoanalítica moderna, sería lo que conocemos como "represión". Pero si la vía está libre, entonces el cánido se convierte en acompañante, en guía y en mediador entre dos puntos del camino, entre dos aspectos de las cosas, y en definitiva, entre el hombre y los diversos elementos de su mundo interior, el hombre y su espíritu, el hombre y el mundo celeste, el hombre y Dios.

El negro Anubis en este sentido se relaciona con la primera parte de la Obra alquímica, el "Opus Nigrum", con su significado psicológico de entrada al "caos-disolución" como paso previo a la transmutación de los elementos con los que se opera. Representa los tránsitos a través de la oscuridad. Él es también el que, echado sobre el arca que contiene los papiros del "Libro de los Muertos", guarda el conocimiento de la salida a la "luz del día", lo que tiene que ver con la sabiduría en sí, que abre las puertas de la luz, como con el viaje por los territorios que se abren con la muerte.

En Egipto, los cinocéfalos tienen por misión encarcelar o destruir a los enemigos de la luz y guardar las puertas de los lugares sagrados. Al cinocéfalo se le representa como un mono con cabeza de perro, y tiene varios niveles de significación, regresivos y progresivos. Alude, por un lado, a los actos del hombre que se deja llevar por su animalidad, y por otro, a la transmutación de esos elementos animales en otros más evolucionados. Hermes- Thot, depositario del conocimiento secreto, aparece en ocasiones asociado al cinocéfalo.

Guía y Compañero de los Muertos

Una de las principales expresiones simbólicas del perro es la de psicopompo. En la antigua tradición germánica, con el nombre de Garm, es el que vela la entrada al Hiflhelm, país de los hielos y las tinieblas, lugar de los muertos, sobre los que reina la diosa Hel. Entre los aztecas es Xolotl, representado, como Anubis, con cuerpo de hombre y cabeza de perro, o directamente como perro. Es la contraparte oscura de Queztalcoatl (de claras referencias solares) y también es el guía de los muertos. En este sentido alude al camino del Sol por el mundo subterráneo, y reafirma la unidad de la Vida al completar el círculo. Por otra parte, la decimotercera constelación del antiguo Zodiaco mejicano es la constelación del "perro", que introduce la idea de muerte, de fin, de mundo subterráneo, pero también de Iniciación y renovación.

En apoyo de la misma idea simbólica, pero ya con una paulatina degeneración por pérdida del significado, los antiguos mejicanos criaban canes especialmente destinados a acompañar y guiar a los muertos en el Más Allá.
Así, se enterraba al difunto con un perro de color leonado (quizás queriendo aludir con tal tono a su faceta solar), para que lo acompañara más allá de la muerte. En otras ocasiones, a la muerte del amo se sacrificaba a su perro para que lo ayudara, al término de su largo viaje, a atravesar los nueve ríos que preservaban el acceso a la eterna morada de los muertos. Por otra parte, entre las tradiciones de los indios lacandones, está la de depositar en las cuatro esquinas de sus tumbas cuatro figurillas de perro hechas con hojas de palma. Y en Siberia, como parte de ciertos rituales chamánicos, se acostumbraba a sepultar al muerto con su perro; así en el folklore de los parsis, en la India, se encuentra un tema parecido.

Quetzalcoalt-Xolotl está relacionado con Venus, y Anubis con Sirio; ambos luceros, a su vez, guardaban un vínculo simbólico que nos remite otra vez al conocimiento-sabiduría, con la adquisición de la herramienta que lo posibilita. El fuego, que es símbolo a su vez de la mente y del espíritu, es traído a la tierra por un perro, según figura en algunos mitos del norte de África, después de haberlo robado del cielo (así como en Grecia, Prometeo hizo otro tanto, tal como se conoce habitualmente, al ser una tradición mucho más divulgada).
También en Grecia, con un significado similar al ya indicado anteriormente, aparece el tema del perro custodio del Inframundo. Él es ahora el Can Cerbero, el perro que tiene habitualmente tres cabezas, pero del que se dice que puede tener cincuenta e incluso cien, al que se representa a veces con el lomo erizado con cabezas de serpientes y con cola de dragón; el hijo de Tiphon y de la serpentina Equidna, la terrible; guardián de los dominios del Hades, a donde llegan los muertos en la barca de Caronte, tras cruzar la Laguna Estigia.
Allí reina Hades-Plutón, acompañado de Perséfone, la hija de Deméter, durante los seis meses que dura su estancia en el Mundo Oculto. Deméter representa la Naturaleza que se agota y muere en invierno en el ámbito mediterráneo; nos habla también del gran ciclo alternante de la Vida, la manifestada y la latente, la visible y la invisible, tema central de los Misterios Eleusinos bajo la metáfora de la hija perdida y raptada por el Señor de los Infiernos, y de la madre entristecida por tal causa, que deja la tierra estéril hasta que no la recupere. Pero Perséfone no pudo volver completamente libre, porque comió de los alimentos de ese otro mundo. Y es que el Hades se refiere otra vez a la muerte física, a los tránsitos, los cambios, y a la Muerte Iniciática. Nadie que prueba los frutos del Mundo del Secreto vuelve a ser lo que era.

El Hades es un país de sombras que contiene riquezas. El nombre "Plutón" ("el Rico") alude precisamente a eso, a las riquezas de las entrañas de la tierra y a las interiores, las que se dan en la profundidad, en el lugar "central". Son las riquezas del mundo interno y del espíritu. Este tema abre el estudio de otros tantos mitos similares en las tradiciones y leyendas de todo el planeta, ya sea en China, entre "Las Mil y Una Noches" o en las sagas nórdicas: la búsqueda del tesoro o de la joya que se esconde en el seno de lo profundo, y que el protagonista, el héroe, debe conseguir tras múltiples vicisitudes venciendo finalmente al guardián. Aquí, nuevamente, la cualidad del tesoro es la que proporciona la clave del objetivo de la búsqueda.

Es al Hades donde se dirigió Orfeo para recuperar a Eurídice, a quién perdió por volver la cabeza para comprobar si su amada le seguía. Al Hades descendió Eneas, y al Hades tuvo que ir Herakles para llevar al Can Cerbero a la luz del día.

En comparación con Xolotl y con Anubis, el Can Cerbero resalta el matiz terrible de su simbolismo. Además de lo ya indicado, psicológicamente representa el miedo a lo desconocido, al tránsito, al cambio, y el terror a la muerte y a los Infiernos. Es también el representante del propio infierno interior y de aquello que vive en él lleno de fuerza, cargado de energía. Así pues, según nuestra valoración, en el Inframundo existen tanto lo bueno como lo malo. Desde una perspectiva psicológica podríamos decir que en lo no consciente conviven ambos factores, el positivo y el negativo. Pero del mismo modo que se rescata el tesoro o la joya para reconocer y asumir a la luz de la conciencia lo que implican, así hay que obrar con los miedos. Estos se pueden dominar sacándolos de lo profundo y llevándolos a la superficie, tal como el mito de Herakles enseña, desde el fondo de los siglos, y el moderno psicoanálisis ha redescubierto con palabras actuales.

Con el Mundo Subterráneo, el Hades, también se relaciona Hécate, la triple diosa oscura de complejo simbolismo. Símbolo femenino representante de la Magna Dea, la Gran Madre, la Materia y la Naturaleza, en su aspecto oculto, que rige los cielos, la tierra y las profundidades, también se relaciona con los tránsitos, la discriminación y el camino correcto. Psicológicamente, reina sobre lo inconsciente, los sueños y las pesadillas, la fantasía y la imaginación. Por eso los fantasmas son sus aliados, así como las alucinaciones y las fuerzas descontroladas del mundo interior. Asociada a la noche, se dice que corre por los campos acompañada de una jauría de perros, o ella misma tiene forma de perro. Se dice también que se aparece en las encrucijadas, y que a ella se deben los desvaríos, equivocaciones y confusiones de los caminantes, y todo aquello que interfiere o facilita una adecuada elección. Por eso sus estatuas se situaban en los cruces de caminos, presidiendo las bifurcaciones de las rutas.
A ella se le ofrecían perros como sacrificio. Relacionado psicológicamente con esta diosa, asociado con los Infiernos, el perro alude nuevamente a la fuerza de los impulsos, la energía, los aspectos instintivos no integrados que aparecen en forma temible. El perro entonces personifica y señala los síntomas, emergentes de lo inconsciente, que son efecto y advertencia a la vez de un desequilibrio, de la falta de armonía, y que siempre señalan un conflicto.
Así pues, desde una perspectiva simbólica y psicológica, este hermano animal, ya sea como representante de la parte animal del ser humano, con toda su energía y su demanda, como intermediario entre dos lugares del espacio simbólico, como guía y compañero en el camino interior hacia la conciencia-sabiduría, o como guardián de la puerta de entrada y salida a ese "Otro Lado", es un símbolo permanente que nos habla a través de los viejos mitos, quizá indicando que el espíritu de ese Viaje es el mismo en todas las épocas, cambien o no los ropajes del caminante, o se nombre de otra forma a las diferentes etapas de la ruta.

El perro apunta fundamentalmente al núcleo, origen, centro y meta de las fuerzas que impulsan, motivan, renuevan y se transmutan en nuestro trayecto evolutivo, situándose en un eje de regresión y progresión que rítmicamente se abre y cierra, según una pulsación cíclica, para conducir, al final, siempre adelante.

Paloma de Miguel


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